Opinión

Protagonistas sin película

Viene siendo una tradición la defensa que desde esta colaboración venimos haciendo del cine como pedagogía de la salud y de la enfermedad, y por lo tanto de la vida. Escuchábamos la otra tarde “I feel good” en la versión de James Brown. Nos parece un buen comienzo para cualquier día de cualquier estación del año, de cualquier año de la vida de cualquier ser humano. 

Algunos directores de cine se han visto tentados por su melodía y su ritmo, para hacerla sonar al principio o al final de sus películas. Y si no, que se lo pregunten al actor Richard Gere, el inefable protagonista de “Mister Jones” (Mike Figgis, 1993), que corre en bicicleta como si fuera una moto, clavando puntas en un tejado, como quien dispara una ametralladora, sintiendo que además podría ponerse a volar, en cualquier momento. ¿Real o irreal?  ¿Dónde se encuentra la frontera? Como no lo sabemos, tratamos de solucionar el misterio colocándonos a ambos lados del muro, unas veces temporalmente, otras para toda la vida. ¿Sexo, amor, cariño, instinto? Si nos referimos a la fauna nos inclinaremos por el sexo y el instinto. Si nos centramos en los seres humanos preferimos el sexo, cariño y el amor (cuánto me gusta esta palabra, tan breve y tan exacta). 

Sostiene Aloysius que a medida que vamos creciendo y envejecemos su significado también cambia, muda nuestra forma de interpretarlo. Lo vamos repartiendo y dosificando, como si fuera una herencia familiar. Va pasando de generación en generación, posiblemente ligado a algún cromosoma, quizás al único y solitario Y, cuya ausencia o presencia determina el sexo del individuo, en ausencia de patología. 

Pero una cosa es hablar de la biología en puridad, y otra bien distinta del afecto y las emociones. Y al igual que los códigos genéticos de los protagonistas de la vida real, personajes sin película, a la procura de un éxito inmortal, por una lotería de cambios nos volvemos irracionales en algún momento, para terminar entre los confines de lo cotidiano, condenados a vivir entre el humo de los cigarrillos, las piscinas de refrescos gaseosos y los estanques oscuros del café, así sumidos en una especie de calma ansiosa, de duermevela, incapaz de proporcionarnos como humanos todo lo que realmente necesitamos, lo que merece la pena, el Amor (con mayúsculas) o en su defecto, una brizna de cariño. Genes, cromosomas, medio ambiente, hábitos saludables y perniciosos, dispendio o conservación de la salud, huida o procura de la enfermedad. Píldoras, prótesis, trasplantes, formando un presente que vira vertiginosamente hacia el pasado, pero todavía más veloces hacia un futuro incierto de big data, robots cirujanos, nanofármacos y tratamientos individualizados, una película aun sin protagonistas.

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