Prudencia y Euforia son primas carnales. Euforia y Prudencia son las dos caras de la misma moneda. Euforia la desatada por el anuncio de la vacuna de Pfizer y Biontech, con una efectividad del 90%, similar a la conseguida por otras míticas inmunizaciones, como la triple vírica, contra el sarampión, las paperas y la rubeola. De confirmarse esta evidencia, en ausencia de efectos secundarios, estaríamos ante uno de los mayores hitos de la Historia de la Medicina, pues en menos de 1 año estos investigadores habrían conseguido un éxito que antes se alcanzaba tras 10 años de ardua labor. Por lo menos.
Otras multinacionales, en solitario o en colaboración, están a punto de revelar los resultados de sus vacunas. No sólo se trata de una cuestión sanitaria. Tanta fama producirá incalculables beneficios económicos a sus fabricantes. La batalla contra el SARS-CoV-2 también se dirime en el ambicioso tablero geopolítico, donde compiten especialmente Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea. Por todo lo anteriormente expuesto, prudencia es lo más aconsejable. Quedan cuestiones pendientes de resolución, como la producción masiva de ésta y las otras vacunas. Habrá que confirmar la duración de la inmunidad generada, que los expertos estiman para 1 año. La triple vírica ha salvado millones de vidas de niños. Por el contrario, la vacuna contra la covid-19 deberá salvar millones de vidas de ancianos y enfermos frágiles. Probablemente, hasta la próxima primavera, no dispondríamos de dosis suficientes para todos. En principio, deberían destinarse a los grupos de riesgo, el personal sanitario y otros profesionales de servicios esenciales.
Por último, demandamos prudencia, porque la conservación de la vacuna de Pfizer y Biontech necesita temperaturas muy frías, en torno a los -80ºC, circunstancia que no facilitará su distribución. No debería deslumbrarnos el fulgor de la euforia, sin contemplar el futuro más cercano bajo el temperado prisma de la más temperada prudencia.