REPORTAJE

Las residencias se blindan en espera de más test: “Vamos a ir hasta el final"

Residentes de la vivienda comunitaria Solpor de Cartelle, celebrando el Domingo de Ramos.
photo_camera Residentes de la vivienda comunitaria Solpor de Cartelle, celebrando el Domingo de Ramos.
Los geriátricos ourensanos se reorganizan para sortear la crisis del COVID-19: "Soy el dueño y estoy 16 horas trabajando"

Las residencias de mayores trabajan a destajo para contener los contagios mientras se extienden los confinamientos del personal. "Ahora vamos a ir hasta el final", dicen en Quintela de Leirado, donde las trabajadoras llevan dos semanas al pie del cañón. Una vez que se han puesto en marcha las pruebas de coronavirus, a un ritmo de 800 al día, han aflorado decenas de casos.

Cifra baja pero irreal

Actualmente, hay 224 positivos, una cifra que representa alrededor del 4% de las plazas que existen en la provincia. Los centros han empleado protocolos estrictos para evitar la expansión, pero muchos desconocen la realidad a la que se enfrentan al no haber testado a todo el mundo.  Desde un primer momento, se ordenó separar a los residentes en cuatro grupos –positivos, sintomáticos, con contactos y asintomáticos–, algo que chocó contra la realidad. 

En La Esperanza, principal foco, la fotografía es significativa. El 60% de los que han dado positivo son asintomáticos. Analizando los entre los trabajadores (34 en total), el 32% también eran asintomáticos. Una situación esta que refleja  "la dificultad que se está viviendo para poder controlar el virus", dicen en la Fundación San Rosendo. La separación no ha sido un muro suficiente para contener la pandemia, había positivos ocultos. 

Ahora, con los resultados sobre la mesa es más fácil tomar medidas. Este lunes, los 51 usuarios negativos de La Esperanza eran trasladados a un centro contiguo, Santa María, donde serán atendidos por  una veintena de trabajadores que no se fueron a Laias, al hotel balneario, con los demás usuarios. La Divino Maestro, con medio centenar de casos, no ha procedido al traslado, debido al espacio, y ha distribuido en el primer piso a positivos y en el segundo, a negativos.

La necesidad de obtener una cifra real se ha visto en Castro Caldelas, donde todos los usuarios, salvo tres, han dado ahora positivo. Se esperaba también un fuerte incremento en la residencia Fátima de O Barco, donde los primeros test apuntan a un importante número de positivos.

Confinamiento in crescendo

Mientras, de manera preventiva, surgen iniciativas no solo desde la gestión, sino por parte de trabajadores que optan por el aislamiento para evitar exponer a sus familias y contagiar a los residentes. Los de Santa María de A Veiga han optado por alojarse en un hostal cercano, mientas que en la residencia de mayores Quercus de Leiro, un grupo de 17 trabajadores iniciaron ayer el confinamiento voluntario en una casa rural de San Clodio. Trabajarán en dos turnos y están dispuestos a mantener este confinamiento el tiempo que sea necesario.

En la residencia San Martín de A Mezquita están buscando un modo de confinarse, "aunque están teniendo dificultades para encontrar alternativa, al estar todo cerrado".

Confinadas con sus mayores han pasado también dos trabajadoras de la vivienda comunitaria de Xacebáns (Quintela de Leirado) los últimos 15 días. Duro, intenso, pero muy gratificante por ver que todos están bien es la sensación que ayer transmitía Belén Álvarez, la directora y una de las protagonistas de esta lucha silenciosa.

La Fundación San Rosendo realiza el primer traslado de negativos a un centro habilitado en A Farixa para ellos

Lucha silenciosa

La decisión de "encerrarse" con los 12 usuarios autónomos que residen en esta vivienda propiedad del Concello partió de las propias trabajadoras. "Aunque te cuides mucho, siempre te puedes contagiar: al ir al supermercado, las parejas que trabajan,.. Y con los cambios de turno el riesgo aumentaba. Por eso decidimos meternos 15 días dos personas. Acabamos ayer y hoy ya están otras dos compañeras", relataba Álvarez, quien ya está pensando en volver. "Al principio, sobre todo nuestras familias, tenias algo de miedo. Pero como lo hicimos desde el principio y nadie tenia síntomas... Ahora vamos a ir hasta el final, queremos conseguir que todo salga bien". 

En la vivienda había un dormitorio extra al que le añadieron una cama y, antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma, Álvarez ya había hecho acopio de víveres. "Normalmente son cada 15 días, pero ya lo hice para todo el mes. Luego, si faltaba algo, nos lo traía personal del Concello y lo desinfectábamos antes de meterlo dentro". Hasta sacar la basura requiere su ritual: "Teníamos calzado propio". En el día a día, han tratado no variar las rutinas. "Los separamos en dos salones, pero tratamos de que siguieran haciendo su vida normal. Desde las horas de aseo hasta las partidas de cartas, salidas al merendero... Se quedaron sin actividades,  pero pedimos unos altavoces para poner música y que no estuvieran tan pendientes de la televisión", relataba Álvarez, que tiene claro que lo que más echan de menos los mayores es "no ver a sus familias". 

En las residencias de la Fundación Valdegodos, todos sus trabajadores están confinados. "Estamos a la espera de la llegada de los test. La situación de confinamiento se mantendrá hasta que tengamos los test para saber si hay portadores asintomáticos,  a partir de ahí nos reorganizaremos pero siempre con estrictas medidas de seguridad", apunta Miguel Blanco, presidente. 

En la residencia de Trives, dependiente de la Mancomunidad Navea-Bibei, que fue una de las primeras en limitar el acceso total, sus trabajadores permanecen encerrados desde el pasado 29 de marzo. Mientras, en Esgos, los trabajadores informaban de que "todos seguimos ben" y estrenaron mascarillas, enviadas por familiares, así como unas pantallas donadas por un grupo de Verín.  "Todo iso fai que nos veñamos arriba, máis do normal", precisaron.

Las redes como contacto

Las redes sociales son una formula para hacer llegar mensajes positivos a las familias, como hacen en Esgos o _marivicartelleen la vivienda comunitaria Solpor de Cartelle, ya que desde el inicio os usuarios protagonizan sesiones de fotos para las familias. 

Sin salir de Cartelle, los usuarios y personal de la vivienda comunitaria Mariví Blanco también sorprendían con un reportaje fotográfico en el que, además de su buen aspecto, mandaban mensajes de ánimo. Sé valiente, todo va a salir bien, cuídate, todos somos uno o "nunca choveu que non escampara" eran algunas frases. 

José Manuel Barrio, de la residencia Monte Barrio de Riós, intensifica, todavía más, cualquiera de las medidas del Gobierno hasta el punto que dice haber creado su "propio protocolo".

Protocolos propios

 "Cuando prohibieron las visitas, ya habíamos adoptado la decisión una semana antes. Los únicos que entran y salen son los trabajadores". Los profesionales se comprueban la fiebre hasta dos veces al día y se cambian fuera de la residencia. Antes de entrar, además, pisan con sus zapatos en un empapador con lejía. El protocolo con los usuarios es igual de estricto. Si la fiebre sube ligeramente ya se aplica el protocolo y, si debe ser trasladado al hospital, se recoge ya fuera de las dependencias.

"Al volver, aunque haya sido trasladado por una patología distinta o nos digan que ha salido negativo, volvemos a aplicar el protocolo y lo aislamos. No se sabe si en el ingreso o desde que se le practicó la prueba pudo coger el virus. Yo soy el dueño y estoy aquí 16 horas trabajando. Solo voy a dormir a casa. Siempre digo a todo el mundo que de aquí no me voy hasta que esto pase".

En el Fogar Santa María de Verín, su responsable, Consuelo Pérez, explica que tres auxiliares que e _img-20200406-wa0013padecieron síntomas fueron enviadas 15 días a casa por precaución, aunque no dieron positivo. Como los mayores no pueden recibir visitas, desde el centro propusieron la elaboración de un vídeo para dar fe de que se encuentran en muy buen estado. "Otras veces, intentamos ponerles en videollamada", añade.

En la residencia Santa Mariña de Xinzo, se han incrementado las medidas de seguridad y alguna sanitaria que trabajaba en varias residencias se ha centrado en una sola. 

Lidiando con el material

En las residencias de Carballiño y O Ribeiro, echan en falta equipos de protección. "Un par de ellos por residencia harían falta como mínimo", manifestaba uno de los socios de un centro privado. No obstante, dicen que es imposible conseguirlos y que, ya que no ha habido positivos, el personal sigue con las mascarillas que envía la Xunta, los concellos o empresas como mercería La Moderna y Cortinas López. 

En Ribadavia, Ribeiro en Común exigió ayer testa en el Asilo Nosa Señora dos Anxos y a los trabajadores del servicio de ayuda en el hogar.

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