Cartas al director

Rezos

Aparte de unas glándulas sebáceas, he heredado también de mi madre su costumbre a los rezos diarios que suelo hacer todas las mañanas, nada más levantarme, y que desde hace ya muchos años sigo practicando. Empiezo dedicándole una mirada a la Virgen del Perpetuo Socorro que preside mi cama con una Salve y un Avemaría, a la que le siguen ocho santas más. Luego un Credo y un Padrenuestro a diez santos. Luego cinco pares de santas y seis pares de santos. A tres santos de la suerte, (San Pancracio, Francisco y Judas Tadeo). A todos las santas y santos por los que he rezado, amén de los que salen en el santoral del ABC, con una avemaría incluida a cada uno y por todos aquellos que no tienen quien pida o se acuerden de ellos. Ello me ocupa mi media hora diaria, que suelo aprovechar, ya digo nada más levantarme y en un paseo que doy y que aprovecho en busca de prensa y pan que ya tengo más o menos cronometrado. Por eso, cada mañana al ver a este o aquel vecino y amigo, sigo a lo mío y como saludo le devuelvo, -si he acabado una oración-, los buenos días de palabra o el gesto de una mano levantada si estoy rezando. 

Ya digo que suelo aprovechar cuando me ducho e incluso cuando hago mis necesidades, y casi siempre en esta fisiológica tarea me suelo sonreír, pues pienso que hoy le tocó a esta o a este, pero siempre sin mala intención y con devoción. Eso sí. Pero sin más, paro y pongo la tercera. Todo se debe a que hace años que cogí la mala costumbre de que el día de San José, mi santo, solo tengo unos rezos para él. Nada más que para él.

Y meto la cuarta; hace tiempo me operaron de urgencia, estando 21 días inconsciente. Al salir a planta me fue difícil conciliar el sueño por la anestesia, y durante unos días solo era capaz de quedar adormilado apenas unos minutos. En uno de esos pequeños adormecimientos, soñé o viví que aquellos santos se me presentaban quejándose y protestando abiertamente por tenerlos denostados e injustamente despreciados, entre el regocijo de los demás. Entre nieblas colegí que me habían dado un plazo para restituir dicha anomalía. O eso creí y en ello pensé durante todo el día y siguientes.

Aquella misma mañana me enteré quiénes eran y cómo se llamaban para tenerlos presentes también. Y resulta que ese día también celebramos la onomástica de Alejandra, Arquipo, Cutberto, Daniel, José Bilczewski, Juan Nepucemo, María Josefa Sancho, Nicetas de Apolonia, Urbicio de Metz y Vulframnos. Y temiendo, poniéndome en su lugar, que todos los otros también se llegaran a enfadar o celar, he decidido que tal día sea uno igual a los demás días del año en cuanto a rezos me ocupan.