Opinión

La rivalidad Puente Ourense

No es que nos lleváramos mal. Es que… cada uno en su sitio. Muchos lo experimentábamos ya como alumnos de Salesianos. Por eso, cuando empezamos a competir –por cualquier motivo- eran inevitables  las diferencias. Seguramente por nuestra parte era una especie de complejo. Queríamos ser siempre los mejores. En fiestas, por ejemplo. Argumento: todos nuestros números del programa “de balde”. Los de Ourense, a pagar por casi todo.

Por eso uno de los grandes números del programa deportivo que siempre tenían nuestros festejos era el partido de basket Puente-Ourense. Se jugaba en la explanada de la nueva estación a donde llevábamos en una camioneta tableros portátiles. Y además, ese día, cancha de cemento, nada de tierra, como de costumbre.

El Bosco era el equipo fuerte de siempre, de Orense, tenía los mejores jugadores. Parecía la selección. Los había del Puente y también jugadores de Ourense. Pero para que los Salesianos no ganaran todo, hubo fusión con los pontinos. Y surgió el equipo patrocinado por Calzados Layton con jugadores también de los dos bandos. Por supuesto, nadie cobraba un céntimo. Los patrocinadores pagaban el material.

Los demás equipos,  en plan modesto. Cada uno tenía su camiseta, su pantalón y sus “baskines”. Al terminar, lo llevaban para casa y se lo lavaban sus madres. Lo malo era que en aquellos años no había lavadoras… y la diferencia se notaba. Las camisetas perdían el color y a veces parecían diferentes. Cada madre lavaba a su manera.

Los vestuarios… pues, como os diría yo. La Perla nos cedía un par de habitaciones, con entrada por la calle Rosalía Castro. De modo que los jugadores salían hacia la “pista”, atravesaban la calle y accedían a la cancha.

Sí era muy distinto a ahora. Supermodesto. Ver aquellas fotos sorprende. Descubrir a gente que luego destacó en la sociedad ourensana, populares. Y… cuantos han desaparecido. Hay alguna foto con siete jugadores y sólo vive uno.

Finalmente. Los había que salían a jugar y “no veían aro”. En confianza, yo era uno de ellos. ¿Solución? Pues yo la encontré: me hice árbitro. Y me fue bastante bien, no os vayáis a pensar. Claro que cuando el partido era muy importante, tenso, comprometido,  personalmente me encargaba de llamar a Vigo y venía a pitarlo mi gran amigo, ya  desaparecido hace años, Paco Nistal. Que no nos cobraba nada y eso que ya entonces era árbitro internacional y saldría en la tele años más tarde.

Cancha de tierra. Abierta. No me  diréis que no era bonito todo aquello.

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