Opinión

Rosa Gándara

Anduriña es como se le llama en mi tierra, Galicia, a la golondrina.

Era el mes de julio y en aquella época se podían ver grandes cantidades de golondrinas revoloteando alrededor de todo el río Miño. Surcaban los cielos con sus cantos y con sus vuelos rápidos y circulares. 

No me digas cómo, pero en mis manos cayó una de ellas y muy entusiasmado me dispuse a criarla en cautividad y disfrutar de aquel tesoro. Pero mi dicha duró poco: la golondrina apenas bebía y aún menos comía. 

Recuerdo que incapaz de dar solución a aquella situación, le pedí consejo a mi padre sobre lo que podía hacer para conseguir que mi golondrina fuera feliz, y él, con su habitual paciencia de docente, me explicó dulcemente que hay animales que no sirven para tenerlos encerrados, porque si les falta su libertad, languidecen y mueren. 

Recuerdo el momento en que abrí aquella jaula, y vi alejarse a mi anduriña volando. Recuerdo cómo volví a ver en su rostro y sus gestos el vigor y la vitalidad, que solo te da la dicha. Y recuerdo que aunque triste por haber perdido mi gran tesoro me sentí muy contento y que, al igual que ella necesitaba sentir ese viento fresco revitalizador, que te hace exclamar un grito, al tiempo que notas como tus pulmones se llenan de alegría. "¡Hago lo que quiero! ¡Soy mi propio dueño! ¡Soy libre!".  

Así es cómo yo conocí a Rosa Gándara, Cuando su vuelo era libre como el de la anduriña, solo teníamos 20 años, y los dos decidimos quiméricamente soñar con una jaula de oro jugándonos la libertad.

El vuelo de Rosa Gándara fue en vertical y  meteórico, en su profesión llegó alcanzar una altura que ella nunca habría soñado, después de grandes sacrificios y renuncias, de muchos viajes por Europa para formarse, de muchas horas de insomnio repasando vídeos y técnicas diversas. Rosa Gándara consiguió hacerse un hueco entre las mejores estilistas de nuestro país. Así lo refrendan su participación en los más prestigiosos platós profesionales de España, como el Palacio de Congresos de Madrid, el Palau San Jordi de Barcelona, Sevilla, Bilbao, Santander, Valencia, Zaragoza... también Lisboa, Oporto, Bolonia, París...
Pero de la verdadera dimensión profesional de Rosa Gándara dan fe sus innumerables clientes- amigas, que aún recuerdan su perfeccionismo y la ortodoxia que ponía en todo lo que hacia.

Rosa Gándara es inteligentemente ingenua, muy rigurosa y exigente con ella y con los que la rodean. Nunca lleva  reloj ni móvil, es muy directa y no sabe utilizar la diplomacia, lo que no le impide ser educada, correcta y muy cariñosa. No es nada influenciable y su fuerte personalidad hace que sus ideales no sufran variables, salvo con sus nietos a los que les permite hacer todo lo que les prohíbe a los demás.

A Rosa Gándara la podríamos comparar en parte con Vianne Rocher (Juliete Binoche) en la película "Chocolat", en la que la protagonista abre su propia tienda de chocolates, con la que lentamente comienza a ganarse la confianza y el aprecio de sus vecinos, dado que el chocolate según una leyenda maya, tiene el poder de seducir los más profundos anhelos de las personas. 

Como bien relata en su cuento Alfonso Aydillo, Rosa Gándara necesita ser anduriña hasta el final de sus días, necesita realizar el viaje de la vida sin que haya barrotes, ni lazos, ni ser poseída. Solo así podrá llegar a su destino habiendo cumplido su misión, que es aprender del camino y gritar: "¡Hago lo que quiero!¡Soy mi propia dueña! ¡Soy libre!". 

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