Opinión

Salir a la calle, un deber cívico

Después de tres largos meses, Galicia se libera mañana del estado de alarma que permitió hasta ahora al Gobierno central disponer de poder absoluto para restringir la movilidad de los ciudadanos y centralizar bajo un mando único todo cuanto concernía a los aspectos sanitarios, económicos y sociales de nuestro país. 

La mayor parte de los negocios de hostelería, comercio y servicios que permanecieron inactivos por imperativo sanitario, intentan ahora abrir sus puertas a la normalidad y reactivar sus puestos de trabajo. No solo es una gran noticia para empresarios y trabajadores de esos negocios. Lo es también para otros muchos que dependen directamente de esas aperturas para recuperar la normalidad económica y laboral. Solo por poner un ejemplo: sin hostelería, los sectores de la alimentación y del vino han visto seriamente menguados no ya sus beneficios, sino también las cifras más elementales que les permiten mantener sus empleos y los de sus proveedores. En ese engranaje se encuentran también distribuidores, transportistas, gestorías… La economía y el empleo se comportan como un ovillo que por muy grande que sea, siempre comienza dándole una vuelta a un fino hilo.

A nadie se le oculta que en estos primeros días de apertura, muchos negocios han sentido preocupación por la escasa actividad que se ha detectado. Es el miedo, que se ha instalado en muchos de nosotros, consecuencia de tan largo confinamiento. Pero no debemos confundir el miedo con la prudencia. La distancia personal, el uso de la mascarilla y una meticulosa higiene conforman las mejores armas para garantizar nuestra salud y evitar que se produzcan rebrotes, al tiempo que la economía recobra oxígeno y espanta el fantasma de la miseria que se cernía sobre tantas familias. La sociedad ourensana está dando muestras de un extraordinario civismo, cumpliendo en general los principios de prudencia que aconseja elcamino a la normalidad. Y hasta tal punto es así que los poquísimos que no lo hacen no necesitan ni tan siquiera ser amonestados. El abrumador ejemplo de la mayoría los avergüenza y aísla.

Pero hay que dar un paso más y vencer definitivamente el miedo porque, salvada la crisis sanitaria, toca afrontar la crisis económica. Y si en la primera fue heroico el trabajo de los profesionales sanitarios y merecidos los homenajes y aplausos que cada día se les tributaban, como al resto de los trabajadores esenciales, ahora nos toca a nosotros darlo todo. Ya no llega con salir a los balcones. Hay que volver a la calle y recuperar nuestros hábitos como ciudadanos y como consumidores. En la tienda del barrio, en el taller mecánico, el comercio de electrodomésticos, de ropa, la lavandería, la peluquería, el dentista, el café en el bar mientras se lee el periódico, la comida de negocios o la familiar en un restaurante… pensando en que cada euro que se gasta en nuestros negocios, en nuestros productos locales, es como una vacuna contra la otra pandemia: la del paro y la gran recesión.

La salvación de nuestra economía, de nuestros negocios, de nuestros puestos de trabajo, la salvación de Ourense, depende de nosotros. Con prudencia, pero sin miedo, hay que salir a la calle. 

Salir, disfrutar, comprar. Tan sencillo y, a la vez, tan solidario.

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