Opinión

Se apellidaba Cardenal

Aquella imagen me quedó tintineando en mi última lectura de unos de los versos de Ernesto Cardenal: “somos polvo de estrellas”, incluido en u monumental Cántico cósmico. En el extenso poema, Cardenal traza una cosmogonía de lo que somos, encerrados en esa gran esfera que es el gran cosmos. Da que pensar ante ese mundo inescrutable, inmenso, que nos cubre caminando durante una noche estrellada. La contemplación, en soledad, movería a este poeta nicaragüense, ante el asombro, a verse  ya en la eternidad convertido en iluminado polvo, siempre vibrante, moviéndose dentro de la mágica curva celeste de la Via Lactea. Voz profética, ensoñada de amor, libertad y justicia social, arduo inquisidor contra de la tiranía, Ernesto Cardenal fue llevado a hombros camino de su tumba, entre gritos, insultos y airado rencor ideológico y político. Me recordaba uno de sus epigramas que, en forma de epitafio, dedicó a la tumba de Adolfo Báez Bone: “Te mataron  y no/ nos dijeron donde/ enterraron su cuerpo”. 

Su imagen, boina negra circular, barbas blancas, hirsutas, cubriendo parte de sus orejas, nariz puntiaguda, alargada melena desenvuelta sobre los hombros, finas lentes, mechón que semejaba a su lejana vida trapense en el monasterio de Getsemaní, en Kentucky, quedó clavada ante el papa Juan Pablo II. Cardenal lo recibe de rodillas ante el avión en el aeropuerto de Managua, el 4 de marzo de 1983. Aquél le reprende y hasta le suspende a divinis como sacerdote por participar activamente en el gobierno Sandinista. Le imprecó sobre su ideología marxista y sobre el popular movimiento social que lideraba: Teología de la liberación.

Su complejo programa se centraba en la liberación del pobre, del oprimido, y en el contexto social, político e histórico que determinaba el destino de la gran población indígena, marginada, de su país. Liberar al oprimido era una acción primordial en la vida cristiana. Y no solo por razones políticas, sociales o económicas; también por razones teológicas y bíblicas. Jesús estuvo siempre al lado del pobre (Lucas 4, 17-21). Arrojó del templo de Jerusalén a sus mercaderes: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre” (Juan 2, 13-22). Para el padre Ernesto Cardenal la verdadera iglesia debía posicionarse a favor de los pobres.

Es Cardenal como el héroe de sí mismo (“el sí mismo como otro”, en palabras de Ricoeur) en una continua rotación de lugares, experiencias, culturas y afanes sociales y políticos. La hora cero es su libro emblemático. Frases vacías, versos incoherentes, eslóganes comerciales, simbolizan un mundo enajenado, cruel. Se rompe la sintaxis como reflejo del contexto social que refleja.  Obra maestra de protesta política y social: tiranía de Somoza, presencia dominante, imperial, de Estados Unidos en América Central. Y la masiva explotación  de las grandes compañías bananeras. A la cabeza The United Fruit Company. 

En La hora cero, incide Cardenal en la misma vena, al igual que en los Salmos bíblicos (David) a modo de acusación, en continua tensión entre fervor revolucionario (justicia social) y profunda fe católica. Cardenal llegó a formar parte activa en el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza en 1979, y como Ministro de Cultura fue el gran promotor de los ideales de su partido. Le mordía la obsesión ante el indígena desposeído, deshumanizado. 

El corrupto sistema capitalista lo representa en el final trágico de la actriz Marilyn Monroe y en su famoso poema “Oración por Marilyn Monroe”: 
Señor/ recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el / nombre de Marilyn Monroe,/ aunque ese no era su verdadero nombre/ (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huérfanita/ violada a los 9 años/ y la empleadita de tienda que a los 16 años se había que- rido matar)/ y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje/ sin su Agente de Prensa/ sin fotógrafos y sin firmar autógrafos/ sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Fórmulas reiterativas, desconexión sintáctica, paréntesis, paralelismos a modo del salmo bíblico y plegaria oracional a la par con digresiones y contrastes (“Perdónala Señor y perdónanos a nosotros”), y un fluir mental que semeja a quien reza y a su tono conversacional. Todo a modo de un hábil fotomontaje que ilustra la frágil y aclamada Marilyn como víctima de un prepotente mundo capitalista que obtiene pingües ganancias desbrozando la dignidad de las personas sencillas. Poesía que acopia elementos de la vida real, cosas concretas, nombres propios, datos exactos, hechos, dichos. Poesía impura, palabra látigo que acusa y airea, al igual que la del el chileno Nicanor Parra, con nuevas formas radicales de dicción lírica. Cardenal tuvo como guía y como maestro al gran Thomas Merton quien dirigió sus pasos como novicio en la abadía trapense de Getsemaní. A este insigne figura le dedicó una tesis doctoral y reconocidos estudios el orensano Ramón Cao, aclamados por la prensa en varias ocasiones (ABC cultural, 21 de noviembre  de 2015).

En 2019, cercano Cardenal al final de su vida, el Papa Francisco I  levantó la suspensión a divinis que la había impuesto Juan Pablo II en 1985 por su ferviente defensa de la teología de la liberación. Cardenal mantuvo su vida de celibato y pobreza aunque sin administrar eclesiásticamente los sacramentos. Prueba su incuestionable fe cristiana y su imperioso deseo de una sociedad justa y solidaria, en íntima fusión de acción política y fervor religioso. 
Parada de Sil

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