Opinión

¡Señor Villarino!, ni contigo ni sin ti…

No se puede colocar al frente de un partido a un cabo con aspiraciones de general, que después pasa lo que pasa… Y ocurrió con el secretario provincial socialista, a la vez que portavoz en la Diputación de Ourense, señor Villarino. Quizás nunca, el señor Villarino, ha reparado en el “sentido de la medida como prueba de inteligencia”. Desconozco qué opinión le merece que la inteligencia consiste en saber distinguir lo accesorio de lo fundamental, cuando entra, cual elefante en cacharrería, y pone todas y cuantas trabas encuentra a las ayudas de la Diputación de Ourense a los autónomos y pymes de la provincia. Con la irracional exigencia de un “requerimiento verbal” al subdelegado del Gobierno, manda iniciar la revisión de la legalidad de esas ayudas; lo que indica que no distingue de medidas, de las necesariamente inteligentes, ni del significado de lo fundamental frente a lo accesorio. Caso único en España, que convierte al político Villarino en un cabo con aspiraciones… de lo más peligroso. Como en alguna ocasión le escuché citar a Kant, puedo constatar que cuando el filósofo dijo: “Se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de de soportar”, delata que Villarino leerá a Kant, pero lo omite. ¡Qué desgracia! Más bien, a Villarino le va mejor la letra de la canción para su perniciosa manera de concebir y hacer política, en contra de autónomos y pymes provinciales. Que sepa el señor Villarino que, con él o sin él, la Diputación continúa adelante en su propósito de ayuda. En la realidad que nos está tocando vivir, sobran los políticos con aspiraciones personales, entorpecedores del interés general. 

Y es que la política es el arte de hacer posible lo necesario, independientemente de partidos y de las ideologías que profesen administrados y administradores, ciudadanía y políticos. Pero los políticos, una vez en la responsabilidad de gobernar y en la toma de decisiones, éstas tienen que ser para todos por igual, no discriminatorias y equitativas. Y así actuó la Diputación de Ourense, con sentido del deber y de la responsabilidad que le otorga el momento, con transparencia, poniendo a disposición del señor Villarino toda cuanta documentación exigió, además de los informes de Secretaría que tuvo a bien solicitar, al respecto de esas ayudas a autónomos y pymes. Pero el señor Villarino, como responsable (irresponsable) socialista provincial, en una actuación plenamente concebida y orquestada de maldad -ya comenzó enseñando el hocico, cuando no votó a favor de la modificación del crédito que previa y preceptivamente hubo que aprobar en sesión plenaria- aplicó a sí mismo aquello de que “quien no recoge conmigo, desparrama”, sin reparar en el mal que hace a un sector estratégico de Ourense. Aunque se le veía venir, es previsible en sus desmedidas ambiciones personales, como que su primera iniciativa en la Diputación, prometido el cargo, fue la de compatibilizar su trabajo en la universidad con la dedicación exclusiva de diputado.

Lo que actualmente desacredita a la política es la distancia entre lo que habría que hacer y lo que se hace, la discrepancia entre las palabras y los hechos; es la misma distancia que separa al señor Villarino, cuando se conjura que está indiscutiblemente con los autónomos y, sin embargo, requiere verbalmente -¿para que no quede rastro?- al subdelegado del Gobierno a iniciar un expediente de revisión de la legalidad sobre las ayudas a los mencionados colectivos. Ni siquiera tuvo el valor de hacerlo como manda el formalismo administrativo, con luz y taquígrafos… Típico del cabo con aspiraciones de general, en un no vaya a ser que me cachen.

En política, señor Villarino, no se trata de caer bien a los electores, ni a los autónomos, sino de actitud para resolver problemas que se plantean en el devenir de la acción política. Y usted, en un irracional proceder, demuestra no poseer nada de actitud responsable, al poner en riesgo miles de ayudas ya concedidas por la Diputación a autónomos y pymes de la provincia. Y para ello busca y encuentra la complicidad del cabeza visible del Estado –el subdelegado del Gobierno-, convirtiendo a una Administración siempre exquisitamente ejemplar, institucional y neutral políticamente, con funcionarios eficientes, en un cortijo partidista; y además, hoy, cuando más institucional debe ser, obedece órdenes verbales y así las trasmite. ¿No le dice nada que sea la única Subdelegación en España con este proceder? Y con estos antecedentes, ¿cuántas órdenes verbales habrá acatado el subdelegado y de quién o quiénes? ¿Cualquier ciudadano puede acudir al subdelegado del Gobierno a hacer un requerimiento verbal y se le acepta? ¿O tiene que ser de una opción política coincidente?

 ¡Señor Villarino! No confunda la política, como posibilidad, con la política del dislate, el talibanismo y la impostura, que ha convertido como su marca personal. ¡Cambie!, por el bien y el interés general. ¡Renuncie! a su ambición tan personal como alocada, que ha arrastrado al subdelegado. Sólo así haría bueno, aunque tarde, lo que pensaba Azaña: Los españoles hacemos lo razonable, después de haber intentado todo lo demás. Lo razonable lo hicimos en la Diputación, desde el minuto uno. Usted, señor Villarino, no se sumó. Si no rectifica sólo queda que dimitan, usted y el subdelegado, y tomarlo como en la canción: ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero. Declinen en aspiraciones disparatadas, por la tranquilidad y bien de autónomos y pymes.

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