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Ser ciego en Magosto

Aficionados y equipo celebran la victoria al término del partido contra el Granada en el Paco Paz (JOSÉ PAZ).
photo_camera Aficionados y equipo celebran la victoria al término del partido contra el Granada en el Paco Paz (JOSÉ PAZ).
El COB aprovechó las facilidades de un Granada excesivamente confiado en la segunda parte y el empuje de su afición

Encuentras un sitio acogedor en el monte, haces el fuego, preparas las brasas, sacas los vasos y platos de plástico, las patatas fritas y los cacahuetes de aperitivo, subes el volumen del móvil -en mi época radio cassette- para animar la reunión. Todo preparado para un Magosto inolvidable.

¿Todo? Un momento. Faltan dos elementos imprescindibles. La comida. Las mágicas castañas, veneradas por don Vicente Risco hace 50 años en este periódico. Los sabrosos chorizos, envueltos en papel de aluminio. Las carnes de diferente tipo o condición. Todo lo que pueda sacrificarse al fuego.

La bebida. El pasaporte a momentos de trance, de exaltación de la amistad, del cariño y la pasión. En su justa medida, al compás del ritmo impuesto por la comida.

Así estaba el COB durante el segundo cuarto de su partido contra el potente Granada. Sin chicha ni limoná. 17 puntos por debajo (25-42) pensando que su crisis de juego y anotación durante los últimos encuentros era ya cosa de meigas.

Por suerte, el Granada vino como amigo al Magosto. Y buen amigo. A partir de la segunda parte se fue dejando llevar, quizá excesivamente confiado en su calidad y en la aparente indefensión ourensana.

Dice uno de los  poemas esparcidos por las calles de la capital andaluza que "no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada".  Lo mismo le sucedió al ayer visitante en el Pazo. No vislumbrar el Magosto que se avecinaba.

Quizá no se inquietó el equipo de Pablo Pin cuando la diferencia se estabilizó entre los 11 y 9 puntos, con mejoría del equipo de Gonzalo García en defensa y en personalidad. Tampoco aparentó mucha preocupación cuando esa diferencia osciló entre los 3 y los 5 puntos.

Craso error en el Pazo. Exjugadores como Diego Kapelan o Earl Watson no advirtieron a sus nuevos compañeros que lo imposible puede suceder cuando se prende la chispa en aparentes cenizas.


Fuego de las cenizas


Pol Figueras desahogó todos los demonios interiores y avivó la hoguera -¡12 puntos en un cuarto!-  de las vanidades granadinas. Balaban lo secundó con su aburrida efectividad. Alfredo Ott, después de no dar una en ambos campos anotó su único y más importante triple. Edu Martínez, tampoco excesivamente inspirado, marcó el de remate, lejano y difícil.

Todo el equipo defendió, por fin con pasión y confianza. El público se contagió irremisiblemente. Se desató la pasión. El Granada, de forma incomprensible, invitó al COB a una inesperada borrachera. A un atracón de baloncesto en apenas unos minutos.

Nunca se le agradecerá los suficiente esta victoria a uno de los candidatos al ascenso, por presupuesto y plantilla. La quinta victoria, que sirve al club ourensano para exorcizar los malos espíritus de antaño, renovar la confianza en sus posibilidades y encarar los próximos partidos con otra cara, incluso la sonriente.

Además, los equipos de abajo se van desinflando y se aprecia una liga de dos categorías. Mejor enrolarse en la de arriba. Podemos mirar, absortos al fuego purificador, por lo menos hasta la próxima semana. Es la magia del Magosto.

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