Opinión

Soga o cabo

Mientras Pedro Sánchez discurre un nuevo obstáculo para que Unidas Podemos se limite a servir el café en su Consejo de Ministros, la figura de Pablo Iglesias acaba de recibir una mano de pintura a cuenta de unas negociaciones para formar Gobierno que lo sostenían en el alambre. Pedro Sánchez aireó que sólo la presencia de Pablo Iglesias en el Gobierno impedía el acuerdo y la soga política puede acabar convirtiéndose en un cabo de salvación para un liderazgo cuestionado.

La retirada de Pablo Iglesias es de manual. Se aparta para que España tenga un Gobierno progresista a cambio de poder designar a los ministros que le corresponderían a Unidas Podemos proporcionalmente a los votos conseguidos en las elecciones generales. En vez de celebrar el paso atrás por sorpresa, el PSOE respondió que le corresponde al presidente del Gobierno la designación de los nombres que ocuparán las carteras y volvió a remolonear con la negociación de la ruta política antes de los nombres.    

La tibieza en la respuesta eleva a Pablo Iglesias a la peana en la que se venera la generosidad por España y sacrificio por el interés colectivo. Resulta milagroso que en unas horas pasase de demonio a santo para muchos descreídos de su grey tras los últimos acontecimientos y bajas en una formación que soñó con el cielo y corre el riesgo de despeñarse.

Si Pablo Iglesias encontró en Galicia y en Alternativa Galega de Esquerdas impulsada por Beiras la fórmula para catapultar Podemos, Sánchez también tiene en esta tierra un ejemplo para no querer al líder de Podemos a su lado ni a nadie que pueda competir por el foco mediático. El Gobierno bipartito de la Xunta presidido por el socialista Emilio Pérez Touriño y con el nacionalista Anxo Quintana en la vicepresidencia se pasó más tiempo diferenciando la acción política de cada formación que vendiendo la tarea conjunta de un Gobierno cohesionado. Touriño se obsesionó con la presencia pública de Quintana, olvidándose que era su vicepresidente y desde el otro despacho sucedió algo parecido. Al bipartito le faltó una legislatura para ser un buen Gobierno y le sobraron días para que calase la idea de bigobierno. Y por esa soga subió Feijóo. 

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