papeles del rock

Tambores en el paraíso

Ginger Baker con Fela Kuti en Lagos, 1971
photo_camera Ginger Baker con Fela Kuti en Lagos, 1971
Baker es uno de los músicos a los que más debe la evolución del hard rock hacia el heavy metal desde aquel “british-blues” de finales de los 60

Se lo dice a todos ustedes alguien que intentó ser batería, allá por su lejana adolescencia de comienzos de los años 80. Los baterías están locos, o por lo menos, y en esa definición me incluyo a mí mismo, lo reconozco, tienen alguna tuerca un poco desajustada. ¡Menos mal! ¿Se imaginan lo aburrida que sería nuestra vida si de vez en cuando no se nos cayera algún tornillo, como decía el gran cantautor cubano Pablo Milanés? Creo sinceramente que ese punto de locura es también parte intrínseca de lo que es el rock´n´roll. Por eso no rechazo, incluso en esa parte que me toca, ese punto excéntrico,  paranoico incluso, que caracteriza a la mayor parte de los grandes baterías del rock´n´roll.

A pesar de que tengo grandes discrepancias y a veces acaloradas discusiones por Facebook con él, siempre recuerdo a Diego A. Manrique, uno de los artífices de un espacio de televisión que significó toda una escuela de formación en la música rock para mi generación, el “Pop-Grama” de TVE de finales de los 70, en uno de aquellos programas, recordar al batería de los Who, Keith Moon. Creo que fue en el segundo aniversario de su muerte en 1980, cuando Diego pronunció una frase en un “Pop-Grama” que siempre me resultó sugerente y me estimuló mucho la imaginación. “Keith Moon, un espíritu cien por cien rock´n´roll, que quizá por ello se marchó demasiado pronto, el 7 de septiembre de 1978, al paraíso de los baterías locos”.   

Si fuera cierto el itinerario de viaje del loco Moon, y existiera un lugar en el más allá en el que día y noche el pulso vital se mantuviera a base de los chastons, aéreos, cajas y bombos de los grandes baterías de la historia del rock, ya estaría cómodamente instalado allí el gran Ginger Baker, al cual quiero dedicar mi “Papeles del Rock” de esta semana. 

Posiblemente muchos de nuestros lectores se preguntarán porqué no dediqué este espacio a Ginger Baker cuando murió, hace algunas semanas. Confieso que estuve tentado de hacerlo, pero no quería que un artículo dedicado a uno de los músicos a los que más debe la evolución del hard rock hacia el heavy metal desde aquel “british-blues” de finales de los 60, el batería de los grandiosos Cream, que merecía un verdadero tributo de admiración, se desdibujara en el maremágnum de obituarios fríos de agencia de noticias, tweets insustanciales o artículos fusilados de Wikipedia. No, sinceramente Ginger Baker entiendo que merecía, al menos desde la humilde contribución de estas páginas, un recuerdo más profundo, más sincero, más auténtico más allá del mero artículo de agencia que además, publican con la mayor desvergüenza en más de un caso, medios cuyo respeto por el rock ha sido tradicionalmente inexistente. 

Cream y Blind Faith son indudablemente los nombres a los cuales se vincula la biografía de este gran batería, pero que sin embargo a veces eclipsan su trabajo en una de las grandes bandas de ese sonido “british blues” que se estaba originando a mediados de los 60 en el Reino Unido, la Graham Bond Organization, gracias a la cual se hizo un nombre en la escena musical británica del momento y en donde conoció a una de las patas del proyecto Cream, el bajista Jack Bruce. Junto a él y con Eric Clapton, dio vida a Cream, un grupo que aunque venía de ese primigenio blues progresivo, añadió a su estilo, sobre todo en sus actuaciones en directo, ese sentido de improvisación y de vanguardia propio del jazz, además de una dureza, de un volumen sonoro y de una energía que indudablemente, y así se reconoce en la práctica totalidad de los estudios, libros y tratados que existen, incluso de carácter universitario, está en el gérmen del heavy metal, que muy poco después desarrollarán, entre otros, Black Sabbath y Led Zeppelin. Tras la ruptura de Cream a finales de 1968, Baker se une al efímero experimento de Blind Faith con Rick Grech, Eric Clapton y Steve Winwood, que como de todos es sabido, apenas cumplirá un año de vida. 

Pero en ambos proyectos, Ginger Baker, quien no en balde había sido alumno desde niño de un gran batería de jazz, Phil Seamen, siempre imprimió a esas bandas, igual que lo haría con las posteriores, un sentido muy particular de ese estilo sincopado, directo, que posee ese impulso capaz de llevar al grupo a un espacio, una ventana o una dimensión musical distinta. Lo demostró a la perfección en su Ginger Bakers Air´s Force, grupo de jazz-rock fusión creado en diciembre de 1969 tras la disolución de Blind Faith, en el que incluyó a sus ex – compañeros de Blind Faith Steve Winwood y Rick Grech, más a Jeanette Jacobs a la voz, Denny Laine a la guitarra y a la voz, Phil Seamen y Alan White a la batería, Chris Wood al saxo tenor y a la flauta, Graham Bond al saxo alto, Harold McNair al saxo tenor y a la flauta y Remi Kabaka a la percusión. Solamente editarían dos discos, ‘Ginger Baker's Air Force’ y Ginger Baker's Air Force 2’, ambos en 1970, con escasa repercusión comercial, pero que cimentaron la fama y el prestigio de este gran batería en el mundo del rock como un músico innovador e investigador en todos los ámbitos.   

Conclusa esta experiencia en 1971 y en coherencia con ese espíritu creativo, inquieto y curioso de Ginger Baker, viajó al corazón del África negra, a Nigeria, para montar allí unos estudios de grabación y estudiar de cerca la música ancestral africana y sobre todo, su percusión. Tony Palmer convirtió en una película su viaje hasta Nigeria a través del Sahara y la construcción del estudio en Lagos, un film llamado ‘Ginger Baker In Africa’ – un magnífico documental cuyo visionado recomiendo de todo corazón, es una maravilla- y en aquellos estudios, entre otros, estuvieron Paul McCartney y sus Wings grabando parte del que fue su celebérrimo disco de 1974 ‘Band On The Run’. Allí también conoció y entabló una estrecha relación con el músico revolucionario nigeriano Fela Kuti, con el cual grabó un disco al poco de instalarse en el país africano y del que siempre dijo que aprendió mucho sobre la esencia de la percusión ancestral africana.

Baker formo a finales de 1973, de regreso a Inglaterra, una nueva banda, la Baker Gurvitz Army, con los hermanos Paul y Adrian Gurvitz, procedentes de una de las bandas pioneras del blues progresivo y el hard rock de finales de los 60, The Gun, autores de aquel mítico proto-himno del heavy metal en 1968, “Race With The Devil”, con quienes grabó tres álbumes, ‘Baker Gurvitz Army’ (1974), ‘Elysian Encounter’ (1975) y ‘Hearts on Fire’ (1976). 

Keith Moon era el terror de los hoteles, John Bonham era el terror de los bares y pubs de cualquier ciudad del mundo, John Coghlan de Status Quo se liaba a puñetazos con cualquiera que le mirase mal y Phil Rudd, de AC/DC, incluso ha estado en la cárcel por varios turbios asuntos. Ginger Baker sin duda, pertenecía a esa estirpe, -pregunten si no me creen a la gran estrella de las mañanas de Rock Fm, El Pirata, que cuenta una jugosísima anécdota con riesgo de muerte en su libro ‘Siempre rock’ sobre nuestro hombre- que además de borracheras, broncas y locuras, dejó mucha y muy buena música más allá de Cream como legado para ser recordado y admirado como lo que fue, un grande del rock.

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