Opinión

Un tiempo para cada cosa

Basada en palabras del Eclesiastés, la canción “Turn, turn, turn” es una de las recetas filosofales más valiosas y sensatas del universo pop de los años 60. Se debe a la admirable labor compositiva de Pete Seeger, y en las voces de los Byrds –el incomparable grupo californiano que supo mezclar con sorprendente habilidad el rock and roll y la música folclórica- adquiere proporciones proféticas. “Todas las cosas cambian. Tienen su momento y cambian. Y para cada propósito hay un tiempo bajo el cielo. Hay un tiempo para nacer y otro para morir, hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar, hay un tiempo para matar y otro para curar. Y hay un tiempo para reír y otro para que lloremos”. En los años 60 todo corría a velocidad de vértigo y nadie tenía capacidad o deseo de pensamiento suficiente como para pararse a sospechar que algún día se haría viejo salvo Pete Seeger, un ilustre y comprometido juglar bohemio que tomó las palabras del libro sagrado, escrito según los expertos por el mismísimo rey Salomón, y recordó con ellas a aquellos jóvenes llenos de flores en la cabeza que todo llega y se pasa bajo la capa del cielo.

Hace mucho tiempo que el presidente Pedro Sánchez ha olvidado esa verdad inexorable que se contiene en las sabias palabras del capítulo III del Eclesiastés, contrapesando alguna tenue reflexión de su propia conciencia con un protocolo teórico que se inspira en otra propuesta bíblica. “O estáis conmigo o estáis contra mí”. Por eso ha debido encajar con mal talante y poco ánimo formativo, el primer gran revés parlamentario sufrido desde que se encaramó a la presidencia. Sánchez es un superviviente y por tanto, un sujeto al que le importa muy poco quien se hunda si él continúa a flote. Habituado a imponer sus decisiones y a acusar de desleal a todo el que las cuestiona, no había perdido de un modo tan contundente hasta el día en el que involucró a la Federación Española de Municipios y Provincias, sembrando en ella un sumamente desaconsejable cisma. Ayer, la fórmula ideada por el ministerio de Hacienda y defendida por su titular María Jesús Montero sobre el gasto de los ayuntamientos sin incurrir en déficit –contraviniendo la ley de Estabilidad Presupuestaria y la propia Constitución- cosechó una sonora derrota en el Congreso y nadie, ni siquiera los socios más implicados en el pacto de Gobierno, la respaldaron. Qué razón tienen los Byrds.

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