la crítica

"Toy story 4"

Un momento de la película Toy Story 4.
photo_camera Un momento de la película Toy Story 4.
La emoción, el humor y la magia lucen intactos en una cuarta entrega de nuevo técnicamente impecable que vuelve a reactivar los engranajes de la saga

Hace nueve años Pixar estrenaba la magnífica “Toy Story 3” con la que cerraba, de forma sobresaliente y presuntamente definitiva, la franquicia con la que todo empezó, la saga que cambió para siempre el cine de animación. El Padrino de Pixar, El señor de los Anillos del cine de animación. Trilogía soberbia... y chimpún. Pero no.

Así que, cuando hace ya un lustro la factoría confirmó que un cuarto largometraje de Woody, Buzz y compañía estaba en camino, los cuchillos comenzaron a afilarse. Muchos presagiaban una sonora decepción y, después de los primeros tráileres, no eran pocos los que auguraban una catástrofe total y absoluta: La profanación del tótem sagrado de la animación digital en nombre del dólar y la ‘secuelitis’ que asola Hollywood era inminente y, claro está, inevitable.

Pero, a la vista de la brillante película dirigida por el debutante Josh Cooley, aquel temor, compresible pero como casi siempre en estos casos desmedido, era totalmente innecesario, con “Toy Story 4” Pixar vuelve a rozar la perfección. Sí, otra vez.

El ciclo de la al parecer inagotable excelencia de esta saga vuelve a repetirse y, tras otra década en barbecho y ya sin John Lasseter a los mandos de todo, los síntomas de desgaste son inapreciables en Toy Story. La emoción, el humor y la magia lucen intactos en una cuarta entrega de nuevo técnicamente impecable y que, sin necesidad de grandes arrebatos -la agitación no es ‘marca Disney’- renuncia a hacer del término resurrección sinónimo ni reinvención ni de pura imitación para abrazar una orgánica y eficaz evolución que vuelve a reactivar los tradicionales engranajes de la saga, pero en la que es otro el combustible emocional que los mueve.

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