Y sintió en sus manos un sabor extraño, raro.
El pijama ahora era un sudario blanco; sus vísceras ya no le dolían, apuraban su partida.
No volvió a su cama, se marchó siguiendo el azul de la ventana.
Y sintió en sus manos un sabor extraño, raro.
El pijama ahora era un sudario blanco; sus vísceras ya no le dolían, apuraban su partida.
No volvió a su cama, se marchó siguiendo el azul de la ventana.