Vida ourensana

Últimos descubrimientos científicos antienvejecimiento

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Ya en el siglo pasado se sabía que los extremos de los cromosomas, llamados telómeros, con los años iban perdiendo parte de su tamaño, concomitantemente con las particiones celulares, por lo que se estableció que había una clara correlación entre el envejecimiento celular, a medida que aumentaban dichas particiones, y la disminución de longitud de los telómeros.

En el año 2009 Elisabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak, obtienen el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de una enzima, que desde entonces se llamó "Telomerasa", muy abundante en la infancia, pero que iba disminuyendo con los años, y que esta disminución era la causante de la progresiva disminución del tamaño de los telómeros con la edad. Posteriorente la doctora Blasco, directora del Instituto nacional de investigación contra el cáncer en España, se les une, en equipo con ellos.

A partir de entonces se desarrollaron muchas investigaciones y comprobaciones que confirmaron siempre lo mismo e indujeron a la búsqueda de alguna sustancia que pudiese desarrollar más telomerasa en la edad adulta.

Se encontraron más de una sustancias que en efecto, aumentaban la telomerasa, pero no suficientemente como para revertir el efecto de la falta de telomerasa óptimamente. Incluso se descubrió que existían sustancias en la sangre, que si están en exceso pueden aumentar el efecto destructor de la falta de telomerasa aún más, como la homocisteína.

Curiosamente en el Shennong Bencao Jing, el libro más antiguo que se conoce de la medicina tradicional china, se comentan mucho las propiedades de adaptogeno y de antienvejecimiento de una planta, originaria del país, llamada astragalo. Pues bien, es en la raíz de dicha planta donde se han encontrado dos componentes de la misma, el cycloastragenol y el astragalosido 4, que aunque están en pequeñas cantidades, tienen una gran capacidad de inhibición de la acción destructiva de los telómeros, por la falta de telomerasa, e incluso de revertir su acción destructiva, por lo que los tejidos orgánicos podrían recuperarse, y volver a estar como los de una edad anterior.

Como los resultados ya se han confirmado, primero con ratones y después con seres humanos, la teoría científica de que el cuerpo humano, con una vida sana y equilibrada, añadiría también, armonizada energéticamente, está preparado para vivir muchos más años de lo ordinario, está demostrada, tanto es así que, al poco tiempo, la doctora Blasco publica un libro titulado: “Morir joven a los ciento cuarenta años”.

Aunque el astragalo se puede encontrar fácilmente en cualquier herboristería, no está en la cantidad suficiente como para revertir los efectos de la falta de telomerasa . Aún así hay algún laboratorio que lo comercializa, aunque esos dos componentes aludidos, no son obtenibles por procesos químicos de laboratorio.

Como ya he comentado, en el anterior artículo, nuestro cuerpo físico visible está imbricado en otro invisible, el bioplasma o cuerpo etérico o aura, que es un cuerpo energético muy sensible a las emociones humanas y que éstas, sobre todo cuando se descontrolan o son persistentes, son la causa de una disarmonía energética en dicho cuerpo etéreo, que a los seis meses aproximadamente aparece en el cuerpo físico visible, y produce la enfermedad funcional y con el tiempo el deterioro y envejecimiento de los tejidos orgánicos y la enfermedad crónica.

En la medicina tradicional china se ha comprobado, empíricamente, durante milenios, que el estrés emocional persistente del miedo afecta a los riñones, el de la alegría desbordante al corazón, el provocado por la ira exagerada al hígado, el de la preocupación excesiva al bazo y el de la tristeza a los pulmones.

Así que aunque la ciencia avance en sus redescubrimientos no parece, al menos de momento, que con unas pastillas pueda solucionar el problema de la enfermedad y el envejecimiento, sin un entrenamiento autógeno para una buena regulación de las emociones. En este mismo sentido abundan hoy día muchos investigadores médicos de la medicina psicosomática, como el doctor David Servan, codirector del laboratorio de ciencias Neurocognitivas Clínicas de la Universidad de Pittsburg, tal como expone en su libro: “Curación Emocional”, en el que describe como, experimentalmente comprobado, las emociones pueden ser reguladas por uno mismo, bien por el método del biofic-bac, observándose a sí mismo por medio de un programa informático en la evolución de su propio electroencefalograma o bien practicando la meditación y el recogimiento.

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