Opinión

Unidad, unidad, unidad...

Observen el tiempo transcurrido desde que San Agustín -nacido en el año 354- dijera: “En lo necesario unidad, en la duda libertad y sobre todo comprensión” para que, en el 2020, el presidente del Gobierno de España, tras sus vacaciones veraniegas, apele a la unidad; en una suerte que podría ser el eslogan del minarquismo del Santo. Y da a entender, con el énfasis que puso, que estamos ante un político nuevo, no un nuevo político, con savia nueva. Así me pareció, pues de aquel su archiconocido por repetido “no es no” –ni unidad, ni farrapo de gaitas-, fue acabar agosto y, mismo delante del Ibex 35, jalea “unidad, unidad, unidad”, tres veces unidad; cuando San Agustín lo pidiera una vez, para dar paso a la libertad y la comprensión. ¡Pura metamorfosis!, de Sánchez, que hace que parezca un presidente distinto al que conocíamos. Rodearse de tan ilustres invitados, para hacer sincero propósito de unidad, acuerdo, negociación y honestidad, significa un atributo político en las antípodas de la política a la que nos tenía acostumbrados. 

Pero, y siempre hay un pero, éste sale a relucir tan pronto como uno profundiza, sólo un poquito, en esas tan afables peticiones, ya que estando como estamos ávidos por oír lo que deseamos, no vaya a ser que nos meta gato por liebre, conociendo los antecedentes del personaje y, además, la puesta en escena.¡No!, no puede ser, que un pregonero de las políticas progresistas, tal como las entiende, se haya encomendado a un santo de la talla de San Agustín; pudiera ser que la necesidad obliga y como el interés general está muy por encima de cualquier otro tipo de consideraciones partidistas… pues unidos lo pudiéramos conseguir. Por pedir que no quede. Recapacito, otra vez sólo un poquito, para darme cuenta que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. 

¡Ingenuo de mí!, hasta que se me refresca la memoria con lo que nos había transmitido el presidente Sánchez a todos los españoles en el mes de julio, cuando se alababa por la derrota del virus, el doblegamiento de la pandemia y haber evitado no sé cuantos cientos de miles de fallecimientos tras la gestión de la pandemia. ¡Albricias!, que con tal bagaje realizado, ¿cómo no?, se va a unas bien merecidas vacaciones…  Acabado agosto, regresa a Moncloa, y se percata que, en su ausencia, las Comunidades Autónomas y los españoles no hicieron ni están haciendo las cosas nada bien: “¡Que nos relajamos!”, dice; cuando es él, el peticionario de la unidad, el más de los relajados tras su vuelta, relajado de trabajo y responsabilidad; ésta transferida a las CC.AA, como si de un Estado dividido en diecisiete micro Estados se tratara.

Para pedir o reivindicar unidad, y merecerla, lo primero es ostentar atributos suficientes de credibilidad e ir con la verdad por delante, valores impropios al presidente. ¿O mienten, acaso, dos instituciones tan serias e independientes como el Instituto de Salud Carlos III y el INE, cuando contabilizan por encima de 45 mil fallecidos y el Gobierno no llega a los 30 mil? ¿Qué hacemos con los más de 15 mil no reconocidos? ¿Cómo se puede anunciar pública e institucionalmente un “Comité de Expertos” para la desescalada, a los que no se pueda dar a conocer sus identidades para que realicen su trabajo sin presión alguna y, tras el guirigay montado, nos comunican que tal Comité nunca existió? No es de extrañar que un médico cirujano, del prestigio de Pedro Cavadas, enfatice que “no puede ser casual que seamos los primeros en mortalidad de los casos y en repercusión económica”. Pero Sánchez quedó satisfecho en julio, se fue de vacaciones, regresó relajado y de relajados trató a los españoles… Y ahora apela a la unidad, unidad, unidad, entre otros, delante del Ibex 35. ¡La unidad hay que ganársela!

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