Opinión

Urge el rearme moral de las ONG

Cuando leo que 1.200 socios de Intermón Oxfam se han dado de baja en España, tras conocerse el escándalo sexual en el que participaron algunos de sus trabajadores en Haití, no puedo por menos que entristecerme y pedir que, antes de tomar una decisión como ésta, piensen el daño, el inmenso daño que estos miserables han hecho a personas inocentes, a esos cientos de miles de voluntarios que se juegan la vida cada día por salvar a quienes se encuentran en la más absoluta de las miserias, enfermos, dejados de la mano de Dios, abandonados por sus corruptos gobiernos.

Médicos, enfermeras, monjas, religiosos, personal de apoyo que igual limpia una herida infectada, que da consuelo a una niña que ha perdido a toda su familia en Siria, en Iraq, allí donde se extiende el odio y la sinrazón de la guerra.

Lo fácil en este tipo de situaciones es actuar precipitadamente, llamar al banco y decir que no paguen el próximo recibo, que se da de baja porque no quiere que con su dinero unos malhechores organicen orgías en Haití o en cualquier otro país del mundo. Les comprendo y, sin embargo, prefiero atender lo que me dice mi corazón: serán muchos los proyectos que se vendrán abajo, y mucho el dinero que dejará sin comida, sin sanidad, sin atención a las víctimas de violaciones, mujeres y niños en su mayoría, por un pecado que han cometido unos pocos, y que hay que evitar que se repita.

¿Cómo? Entrando en las redes sociales, buscando los perfiles de esas personas que llaman a las puertas de las ONG para aprovecharse de su buen nombre, y de su redes sociales para cometer todo tipo de desmanes.

Me consta que el reto que tienen ante sí las ONG es inmenso. Pero más grandes son las dificultades a las que se enfrentan cada día, como la del ébola, la malaria, o la llegada de inmigrantes a nuestras costas, la mayoría niños recién nacidos, mujeres, familias enteras que huyen de las mafias de la guerra y que, gracias a quienes trabajan bajo el paraguas de Proactiva Openarms, salvan su vida en medio del oleaje y la indiferencia de los gobiernos europeos.

Que Médicos Sin Fronteras -en la que trabajan más de 40.000 personas- se haya apresurado a hacer público que el pasado año expulsó a 19 de sus trabajadores por abusos sexuales, demuestra la preocupación que existe en las organizaciones sin ánimo de lucro, muchas de las cuales se enfrentan cada día a problemas insalvables, pero que ellos logran solventar con generosidad, con profesionalidad, y con la ayuda de quienes desde la distancia hacen posible el éxito de su trabajo, que no es otro que salvar vidas.

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