Opinión

Con dos varas de medir

Hace un tiempo, en un hecho a todas luces condenable, un policía americano parece que mató a una persona de raza negra. Incomprensible acontecimiento. Siempre es condenable la muerte violenta de cualquier persona, sea de la raza que fuere. Son todas personas humanas y dignas de respeto. A raíz de ese hecho acontecido en EEUU se ha desplegado por todo el mundo una ola de manifestaciones y condenas a las que cualquier persona sensata debe adherirse. Nunca, pero menos viniendo de manos de una persona que se supone está para salvaguardar el orden público como es el deber de la policía. Por eso ha rebrotado con justicia ese sentir contra el racismo.

Que en pleno siglo XXI se siga clasificando a las personas por el color de su piel es realmente incomprensible y está fuera de toda lógica. Que hay personas de raza negra que son delincuentes, también los hay de raza blanca. La delincuencia, el crimen y los desordenes son independientes del color de quienes practican los delitos. Y es muy triste, pero este racismo actual se refleja de manera clara cuando se trata de trabajar. Lamentablemente se manifiesta esta errada actitud dando los trabajos más humildes a personas de raza negra. Mientras esto siga así, faltará a la humanidad algo fundamental.

Vemos en nuestras calles, y sobre todo en Portugal, a muchos africanos trabajando en labores muy bajas mientras allí está vigilando uno de raza blanca, y después vendrá el arquitecto o el ingeniero jefe, blancos también, ordenando el trabajo al inmigrante que llega a Europa en busca de un mendrugo de pan y poco más. Este es el gran problema por resolver. Mientras las autoridades mundiales, comenzando por la ONU, sean incapaces de resolver los problemas en sus tierras de origen, la igualdad humana estará aún muy lejos.

Dicho todo lo anterior me parece muy bien que los medios propaguen injusticias como la que comentamos. Pero a los pocos días de esta muerte en EEUU ocurrió algo también sangrante y que apenas los medios han publicado. Apareció una religiosa vilmente degollada y nadie sabe nada. Una religiosa más de los ya incontables cristianos que son vilmente degollados o asesinados de cualquier modo en muchas partes del mundo.

Y estos dos hechos debieran conmover por igual y tener el mismo trato periodístico. Parece como si fuesen dos las varas de medir. Pero la realidad es que entre cristianos y personas de raza negra son incontables las muertes violentas y esto debiera movilizar por igual al resto del mundo que se llama civilizado y que parece moverse al compás del tener, del capitalismo y otros inconfesables motores ocultos. Es la injusticia que clama al cielo al comprobar como los “jefes” de muchos de esos paises viven como auténticos sibaritas mientras sus súbditos tienen que huir y muchas veces encontrar la muerte en las pateras o en los lugares de destino que ellos creían que era la tierra prometida.

En resumen, es necesario de una vez por todas que llegue a este planeta una ansiada igualdad. Acaso la pandemia en la que vivimos sería el momento para una seria reflexión para caer en la cuenta de nuestra indefensión y lo pequeños que somos. Pero sobre todo, tomar cuenta de que todos somos iguales en el mundo del progreso. Un mundo que por mucho que lo intentemos será imposible que lo arregle el dinero, el petróleo o los diamantes. A todos nos acecha siempre ese momento final que nunca elige ni el color ni el estado social.

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