Llegado el buen tiempo, las aceras orensanas se convierten en improvisados aparcamientos veraniegos para motos y bicis.
Si algún día algún niño se queda sin manos o sin piel por haber tocado un tubo de escape al rojo vivo, nos preguntaremos porqué permitimos que los desaprensivos se salgan con la suya, importándoles nada la seguridad ajena