Si la Catedral de Ourense estuviese en Santiago, no habrían tenido que pasar años, innumerables llamadas de atención por parte de los responsables eclesiáticos ourensanos y reiteradas informaciones de alerta en este mismo medio de comunicación, para que la Consellería de Cultura (curiosamente en manos de un ourensano) reaccionase para intentar atajar a el deterioro que, literalmente, desintegra la piedra en determinadas zonas como la portada norte. No es victimismo ni localismo. Es la verdad. Ha faltado en la Administración autonómica interés y diligencia para afrontar un problema que se agrava progresivamente. Se han publicado fotos que lo dejaban patente desde hace tiempo. También hay fotos de las visitas que el conselleiro Jesús Vázquez realizó para calmar los ánimos y comprometer inversiones, siempre remolonas y tardías. Inadmisible desconsideración con una joya como nuestra Catedral.
