Opinión

Cela y Silvio Santiago en Venezuela (1953)

1953 es el año en el que CJC realiza su segundo viaje a Hispanoamérica: Colombia, Ecuador y Venezuela. Ese mismo año más de doce mil emigrantes españoles llegan a la república que el 19 de abril había proclamado presidente constitucional al dictador Pérez Jiménez (1914-2001).

Más de la cuarta parte de los emigrantes son gallegos y se encuentran al llegar con dos asociaciones que les amparan: el Lar Gallego, creado en 1945 por destacados exiliados, entre los que figura Silvio Santiago (1903-1974), el sindicalista ourensano de Vilardevós, que había llegado a Venezuela en 1939. Lar Gallego, que era republicano y galleguista, mantenia tenses relaciones con el gobierno de Pérez Jiménez. La otra asociación, Centro Gallego, había nacido en 1948 como consecuencia de una escisión de un grupo de socios del Lar encabezados por Silvio Santiago.

Desde esta pequeña Sociedad y con procedimientos no siempre respetables, Silvio Santiago construiría puentes tanto con la embajada de España y con Alfredo Sánchez Bella (director del Instituto de Cultura Hispánica) como con los círculos de poder que rodeaban a Pérez Jiménez y a su influyente ministro de Relaciones Interiores, Laureano Vallenilla Lanz hijo. Al margen queda su extraordinària labor como periodista y animador cultural, cuya major metàfora en esos años es la revista Galicia (1952-1954), que dirigió una temporada su amigo Eduardo Blanco Amor.

Cela llega a Caracas, procedente de Bogotá, el 23 de julio para dictar una serie de conferencias. Las dos primeras bajo el patrocinio del Centro Gallego. La primera en su local social bajo el título de “Tres facetas del alma gallega”. La segunda en el Teatro Nacional sobre “La morriña en la literatura gallega”.

En el Centro Gallego fue presentado –así reza la prensa venezolana del día- por “el señor Silvio Santiago, miembro de la comisión de cultura de dicho Centro”. Con posterioridad a la segunda se celebró en el Centro Gallego un almuerzo, en el que Cela les dice a los asistentes: “Paréceme haber vivido entre vosotros desde hace cuando menos díez años, fructíferos en amistades y agradabilísima compañía como pudiera serlo del Padrón de mi infancia”.

En las semanas venideras Cela va a nadar entre dos aguas. De un lado, tiene los avales de Mariano Picón Salas (el historiador y sociólogo venezolano de mayor prestigio) y de Miguel Otero Silva (escritor de primera fila y director de El Nacional, el diario de mayor calidad de Venezuela). De otro, y mientras va disertando en el ciclo de conferencias de la Facultad de Filosofía y Letras en la Biblioteca Nacional (29-VII a 2-VIII), Cela, vía Amelia Góngora -la hermosa y osada joven hija del editor y escritor español Manuel Góngora (que le acompaña en la mayoría de testimonios gráficos)- y con las diligentes gestiones de Silvio Santiago, consigue que Humberto Spinetti, director de la Oficina Nacional de Informaciones y Publicaciones del Ministerio de Relaciones Interiores, ofrezca un cocktail en su honor. Sucede el 3 de agosto y CJC se fotografía por primera vez con Laureano Vallenilla (el personaje clave para el encargo de La catira): entre el escritor y el ministro aparece la detonante belleza de Amelia Góngora. 

De inmediato Cela pasa a ser invitado de honor del dictador Pérez Jiménez. La estancia se prolongará hasta octubre. Durante esos meses nace el encargo de un libro sobre Venezuela, que habrá de desembocar en la futura novela La catira; se desatan  las pasiones amorosas entre el escritor y Amelia Góngora; y, desde luego, las idas y venidas de CJC aumentan el prestigio de sobresaliente embajador cultural de Silvio Santiago, quien en el número de la revista Galicia de setiembre-octubre se atribuye la invitación del novelista a Caracas, las conferencias todas e incluso el hospedaje de honor que le está dispensando Pérez Jiménez.

Hospedaje que el propio escritor cuenta a su mujer Charo Conde en carta del 1 de octubre: “Vivo como un príncipe: hotel de lujo; un departamento en un barrio lujoso con wiskhey para los amigos, nevera eléctrica, radio, televisión, cama por si me quiero quedar a dormir y una criada negra y gorda para atenderme; un chalé en la costa del Caribe, con servicio y despensa y bodega, para los fines de semana, y un coche oficial”.
Cela regresó a Madrid, con estancia intermedia en Bogotá, el 28 de noviembre. En una entrevista para

El Correo Español (15-XII), órgano del Instituto de Cultura Hispánica comenta. “Porque el gallego a pulso de honradez y de trabajo se ha hecho un sólido crédito en América. Su solidaridad es uno de los más bellos fenómenos sociales que se pueden contemplar en el mundo entero”.  Meses más tarde escribe, desde Mallorca (31-III-1954), a Silvio Santiago recordando la “larga y gozosa caravana, compacta y entrañable como pocas” que le acompañó en los días venezolanos.

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