Al publicarse en el otoño de 1983 la espléndida novela de CJC Mazurca para dos muertos, Maribel Outeiriño, tras conversar telefónicamente con el escritor, reproduce en La Región (22-X) dicha entrevista. A la pregunta: “Don Camilo, en Orense estamos muy contentos de aparecer en su última novela y tenemos la curiosidad de saber por qué eligió esta provincia como escenario”, Cela responde: “Porque es una zona que conozco bien, sobre todo donde se desarrolla la novela, entre Lalín y Carballiño, en donde tengo primos y primas, los Fernández. Me alegro mucho de que ustedes estén contentos”. En efecto, si el curioso lector se acerca a las páginas del capítulo “Mi padre y la familia de mi padre” de La Rosa puede conocer los parientes campesinos de Cela: “Todos viven en lugares perdidos por los montes de Piñor de Cea, cerca del inmenso monasterio de Osera: Canice, Moire, Córneas y los Mesones del Reino, en la parroquia de Santa María de Carballeda y Arenteiro, en la parroquia de San Juan de Barrán”. En ese territorio húmedo y dulce, con prados de verde brillante, transcurre parte de la acción de la novela.
En la parroquia de Santa María de Carballeda nacieron los dos abuelos paternos del escritor. El abuelo Camilo (“Mi padre se llamaba como yo, y yo me llamo como mi hijo. Mi abuelo se llamó como se llama mi padre, y mi nieto, cuando lo tenga, se llamará, posiblemente, como nos llamamos todos”, así comienza La Rosa) nació en Piñor de Cea y el escritor lo recuerda en Tui, cuando ya asomaba la tercera década del XX: “Al abuelo, cuando quiero pensar en él, siempre me lo represento viejo y pequeñito, paralítico y voluntarioso, dando órdenes desde su silla de ruedas”. En Mazurca para dos muertos, atendiendo a una convicción axial de la narrativa de Cela (“los personajes reales bien trenzados producen personajes de ficción”) Ádega, seguramente asesorada por Robín Lebozán, le dice al escritor: “Usted don Camilo, viene de gallos de monte, de gallos bravos y peleones […] Su abuelo y Manecha Amieiros se veían en la cueva del pinar das Bouzas, su abuelo vivió mejor que usted, con más fundamento, usted es más alto y va bien vestido, hasta lleva corbata de seda y reloj de oro, pero su abuelo vivió mejor que usted, era pequeño de estatura pero valiente como un león”.
Ese gran caballero medieval que es tío de Cela, Claudio Montenegro, quien seguramente hubiese ocupado un lugar en el censo de personajes de su novela inacabada e inédita, Un marino mercante (1944), es recordado en La Rosa: “Mi tío Claudio tiene dieciocho hijos legítimos y treinta o cuarenta naturales, y vive con todos en su casa de las montañas de Piñor, ‘cazando y alabando a Dios’ que, según él, son las dos únicas cosas que a un hombre deben preocupar”. En Mazurca para dos muertos completa ficcionalmente: “Mi tío Claudio Montenegro, el pariente de la Virgen María, murió de viejo a poco de acabar la guerra; era un tipo curioso que jamás descomponía la figura, ni levantaba la voz, ni se extrañaba de nada”.
En ese espacio orensano, entre Carballeda y Piñor, late la intrahistoria de la Galicia interior, paisaje y paisanaje que nutre la novela de 1983. Por esos contornos a la familia paterna de CJC les llamaban los Moranes: “Los Moranes más puros –escribe en La Rosa- nos caracterizamos por tener cara de caballo y los dientes separados. Por aquellos montes se todavía algunos mozos carilargos y con los dientes abiertos: son mis primos, que no le tienen miedo ni a los de Lalín”. En Mazurca para dos muertos el narrador comenta: “Todos los Moranes tenemos cara de caballo y los dientes separados, a veces bastante, esta ya lo contó una vez el artillero Camilo”.
El poliédrico Camilo José Cela aparece –como se advierte- en cada esquina de la novela, con diferentes perfiles. Perfiles de un escritor en escenarios orensanos. En el libro de memorias de 1959 sentenciaba: “Yo siento una especial inclinación hacia esta parte de la familia, y sabiéndome –como me sé y bien lo lamento- tan desarraigado de todo, pienso que es importante sentirse enraizado a la tierra”.
