Opinión

La formación profesional dual ¿La panacea para acabar con el desempleo juvenil?

La semana pasada el Foro Económico de Galicia presentó en Ourense un informe sobre la Formación Profesional Dual (FPD). Este documento, en el que colaboraron investigadores de la Universidad de Vigo y el responsable del único centro empresarial de la provincia de Ourense donde se imparte este tipo de formación, permite señalar un conjunto de reflexiones de gran trascendencia práctica.

Es necesario delimitar adecuadamente qué es la FPD. Esta oferta educativa es un híbrido entre la formación y el aprendizaje. A diferencia de otras acciones e iniciativas formativas, basadas únicamente en la formación o en la práctica laboral, la FPD combina los procesos de enseñanza y aprendizaje en la empresa y en el centro formativo. Por lo tanto la participación empresarial va más allá de atender determinado número de horas al alumno en la empresa. En la FPD la empresa tiene mucha responsabilidad en la formación del alumno y en el diseño de los programas formativos.

Las ventajas de la FPD son evidentes: i) estrechar los vínculos entre la empresa y el centro educativo con el objeto de aproximar lo más posible la formación y el desempeño profesional posterior; ii) conseguir una formación mucho más acorde con el mundo real; iii) permitir mejorar las tasas de inserción del alumnado y, finalmente, iv) garantizar una mejor y más rápida rentabilidad de la formación.

Esta serie de ventajas ha llevado a señalar, por parte de algunos responsables políticos, que la FPD va a ser la panacea para combatir el desempleo juvenil. Nada más lejos de la realidad.

En España hay mucho por hacer para que realmente se desarrolle este tipo de formación, tal y como sucedió en Alemania. En el país germano la FPD lleva funcionando sesenta años (en España comenzó en el curso 2012-13). En Alemania se cuenta con el apoyo incondicional (capital humano, infraestructuras, económico) de las organizaciones empresariales, los sindicatos, las Cámaras de Comercio e Industria y las diferentes administraciones laborales y educativas (federales, estatales y locales). En España, aún no es así. Por lo tanto, no debemos extrapolar, sin más, el modelo alemán a España. No es posible obtener el resultado de tantos años en tan breve espacio de tiempo.

La FPD no es precisamente una alternativa formativa barata. Para que realmente funcione es necesario apostar económicamente por ella. No se trata de hacer una serie de horas de prácticas en una empresa, sino que debe orientarse toda la formación para que tenga una vertiente práctica, y esto ni es sencillo ni económico. Es necesario que en los centros de formación y en las empresas tengan la maquinaria y el profesorado mejor cualificado para impartirla. Volviendo al caso de Alemania, incluso con recortes económicos, se incrementaron las dotaciones destinadas a la FPD.

Finalmente, hay que evaluar los resultados. Por desgracia, una parte importante de las iniciativas para mejorar la situación laboral y formativa de nuestros jóvenes una vez implantadas, no se evalúan, por lo que no se puede conocer la bondad de las medidas. Y lo que es peor, algo tan sencillo cómo preguntar al empresariado gallego qué es lo que realmente necesita, tampoco se hace. Para que la FPD funcione es necesario que se descubran las verdaderas necesidades del tejido económico y se apueste por garantizar esta formación.
 

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