Opinión

Como en casa, en ningún sitio

Hace exactamente un mes estaba en Tailandia. Más concretamente, aterrizando en Bangkok con cuatro camándulas que considero amigos. O al menos, eso pienso y siento. La ilusión hacía que caminásemos kilómetros por una ciudad que olía mal, en la que se respiraba pobreza y que nos intentaba timar por todos los lados. No importaba quién negociase con el vendedor, ellos siempre salían ganando. Normal, jugaban de locales. Conocían su territorio, eran especialistas en su mercancía y navegaban por los precios de abajo a arriba, nunca al revés. 

Nada cambió y eso que éramos cargantes, muy protestones. Reclutamos a un lugareño que nos adiestrase, pero aquella mafia tenía más deseo en "robarnos los cuartos" que en enseñarnos su idioma. Era una simple cuestión de supervivencia. 

En una excursión encima de elefantes nos cambió la perspectiva. La resaca y emoción inicial pasó a un segundo plano cuando dos de los paquidermos se asustaron y huyeron en estampida. Nosotros, dos encima de uno y los restantes en el de al lado, nos agarramos como pudimos. Era una lucha desigual. Ellos con dos toneladas de peso y nosotros con una cuerda vieja. Ganamos y perdimos. La victoria fue que nos salvamos de morir aplastados, pero perdimos porque nadie preguntaría dónde estaríamos si las patas de esos animales nos hubieran aplastado. Los tailandeses ganaban otra vez.

Y es que jugar en tu campo es diferente. Que se lo digan a Ourense CF, Barbadás, Barco y Arenteiro, que sienten que en esta Tercera los puntos están en su salón. Cerca de su gente, con su equipación oficial y con una atmósfera ourensana. Porque en su tierra nadie les puede timar, ¿quién va a casa ajena a negociar al alza? Un pícaro o un apoderado. Ni un tailandés se atravería a tosarle a los cuatro equipos ourensanos. Perderían. Seguro.

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