Opinión

Un "pelotazo" al cementerio

Día soleado. Todavía no hay permiso para tener móvil y la hora de quedada se marca el día anterior cuando suena la campana de la cena. Solveira es una pequeña parroquia de Paderne de Allariz. Familiar, rural y con una pista de fútbol. Primero sin porterías, luego con ellas, pero sin redes. La adolescencia te incitaba a la brusquedad y cuando la pelota no iba a la finca de la portería sur y destrozabas patatas, despertabas a algún muerto en el cementerio situado detrás de la portería norte. Cuando las campanas repicaban no se podía jugar. El tanatorio estaba al lado. Todo era negro sin pelota y el pésame se daba en silencio.

En esa cancha de fútbol tan particular, se jugaron partidos de solteros contra casados y solteras contra casadas. Siempre en ambas modalidades, hasta que algún equipo no se pudiera presentar. Cosas del envejecimiento.

Desde esa pequeña parroquia han salido mujeres futbolistas que probablemente no serán nunca como Vanessa Sotelo, Marta Figueiredo o Iria Saeta, pero jugaron contra ellas y con ellas. Salieron de una pista donde el pelotazo al cementerio conllevaba castigo y saltarse el muro del huerto colindante una bronca o el arresto infinito del balón. Ellas ven éxitos femeninos y se sienten partícipes. Que tesoro había en Solveira.

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