Opinión

Un pitillo en O Couto

Los nervios afloran en el cuerpo mientras el tembleque del cigarrillo pide paso por los pulmones. Los amigos te invitan a rechazar la tentación de coger el mechero, pero la sensación es incontrolable.

El resto de la compañía se anima a preguntarse si está permitido fumar en los estadios de fútbol. Uno señala a otro aficionado con la fumata blanca cubriendo su flequillo. El gesto les da permiso para coger el paquete de tabaco sin importar si a los demás les molesta. Crean fumadores pasivos, sin permiso del resto. Y se te quejas, cámbiate de sitio. No es de recibo, si de educación.

En O Couto, hubo fumata blanca. Hubo campeón, en los 90 minutos, pero el olor que quedó en la ropa de algunos, recuerda a las discotecas de los 90 o del nuevo milenio. Inservible, para poner el día después. A la lavadora directo. Y mientras tanto, de un vistazo se ve que fumar en los estadios de fútbol rodeado de niños pequeños no importa. Solo interesa secir "tu no lo hagas", como consejo. La dialéctica se impone a la práctica y es inútil para el desarrollo y el ambiente balompédico.

Los nervios pueden a la educación. No en todos los casos, evidentemente. Sin embargo, de esta Copa 2018/2019, la gente se quedará con el penalti parado por Viana o el cuento de villano a héroe de Felipe. ¡Ah! También con el olor a tabaco. 

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