Opinión

Putin, la barbarie sin rostro humano

Vladimir Vladilovich Putin, escribo este nombre con rabia y con desprecio, es el máximo responsable de la invasión de Ucrania, el hombre de mirada de hielo que ordenó a sus tanques cruzar la frontera de Ucrania y sembrar el país de cadáveres de niños, mujeres y hombres que vivían felices en un país dichoso para convertirlo en un misterioso silencio de dolor y desolación. El hombre que pobló el cielo ucraniano de aviones que soltaban bombas asesinas e indiscriminadas para aterrorizar a una población despavorida que forzó a niños y mujeres, madres e hijos, en la mayoría de los casos, a huir buscando unas fronteras seguras donde salvar la vida. Al desatar el ataque pensó que en uno o dos días se haría con la victoria y podría cambiar el gobierno legítimo y democrático de Zelensky por otro de sumisas marionetas al servicio de sus intereses y de Moscú. Este era el objetivo de su guerra, creyendo que el fin justificaba los medios llegó a pensar que los ucranianos recibirían a los invasores con los brazos abiertos y poniendo flores en las bocas de sus fusiles y cañones como pasó en Portugal durante la revolución de los claveles. Putin suele decir que Ucrania no es un verdadero país, que es la levadura y el alma de Rusia, de ahí su error. Nada contribuyó tanto a la cohesión esencial de Ucrania y a su sentimiento de identidad nacional como esta guerra de Putin. Ucrania es actualmente el mapa donde el terror y el dolor tienen su residencia y Putin es el rostro del desolador dramatismo al que estamos asistiendo. Los ucranianos ofrecieron una resistencia feroz desde el primer momento para desconcierto del sátrapa ruso. No muestra la menor empatía con los que sufren. ¿Cómo se puede soportar ser la causa de que niños enfermos de cáncer estén obligados a vivir su dolor encerrados en bunkers por miedo a las bombas sin que le tiemble el corazón y la mirada?

Vladimir Putin, el hombre de hielo al que muchos califican de psicópata, nació en Leningrado, la actual San Petersburgo, se licenció en derecho por su universidad y ocupó varios cargos en el ayuntamiento siendo alcalde el poderoso Anatoli Sobchak, el verdadero padrino de su carrera política. Fracasó en su primera tentativa para entrar en la siniestra KGB, los servicios secretos del Kremlin, el corazón de las tinieblas del régimen comunista. Con el grado de oficial fue trasladado a la Alemania del Este en donde conoció los métodos represivos de un régimen despótico.

Asistió a la caída del régimen comunista y al derrumbamiento de la URSS. En aquellos apasionados días en que Gorvachov se movía entre la Perestroika y la transparencia, Putin, alto oficial de la KGB escribió: “El comunismo es un callejón sin salida, lejos de la carretera principal de la civilización”. Pasada la primera semana de la guerra no podemos dar cifras de muertos de uno y otro bando porque varían cada día y cada hora, no podemos precisar el número de refugiados porque aumentan cada minuto que pasa. Las Naciones Unidas cifran en cinco millones los desplazados al final del conflicto. El dolor y la desesperación tiene mil caras en esta guerra, pero una sola es la cara del responsable, la de Vladimir Putin.

En 1918, Lenin declaró: “Para nosotros perder Ucrania sería como perder la cabeza”. Actualmente, un siglo después, Putin se ha vuelto loco porque su vecina “la pequeña Rusia” se aleja de la grande y eterna Rusia. Hace poco más de una semana, en el decorado grandioso del Kremlin, Putin parecía haber perdido la razón anunciando en una retórica delirante la invasión de Ucrania cuyas consecuencias al día de hoy son por momentos incalculables e impredecibles. En esa escena apareció brutal y amenazante, recitando el papel de un dictador loco y de un genio perverso. Le importaba poco lo que le dijeran el canciller alemán Scholz o el presidente francés Macron. Él solo escuchaba los grandes ecos imperiales de la gran Rusia. Busca estar a la altura de Pedro el Grande, Catalina II, Lenin o Stalin. Para él, los líderes occidentales son unos post-modernos, sin referencias históricas, no están incrustados en la historia de sus países, defienden valores artificiales, lejos del sentimiento de sus pueblos.

El que está apartado y lejos de la realidad de su pueblo es Vladimir Putin y por eso encarcela a todos los que disienten de sus estrategias políticas. Prohíbe hablar de guerra en los medios de comunicación, piensa que si no se usa un nombre deja de existir el hecho. El pasado 21 de febrero, en su célebre discurso histórico para justificar la guerra aludió a la no existencia de Ucrania como nación y como estado ya que lo consideraba un apéndice sustantivo de Rusia. Se disfraza de historiador para apoyar sus actuales objetivos estratégicos que consisten en rebobinar la historia para reeditar la grandeza rusa como gran potencia. El verano pasado Putin publicó un largo artículo, titulado: “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos” en donde se remonta hasta la alta edad media para precisar en los mínimos detalles los orígenes comunes. El texto trata de justificar el principio: “Dos países y un solo pueblo”. En esta visión histórica trata de articular la guerra contra Ucrania, a la que no reconoce soberanía y tampoco identidad nacional. Presenta a Ucrania como una creación rusa y más concretamente por la Rusia soviética. Presenta a Lenin como el padre de Ucrania. No comprende las razones por las que Ucrania quiere salir de la orbita de Moscú, ya que solo así puede sentirse libre.

Putin quiere configurar el futuro mezclando la memoria imperial con la memoria soviética. Una ideología que quiere llevar a la práctica.

Ahora, después de varios días de una guerra brutal están claras algunas cosas. Putin es el hombre más odiado y despreciado de la tierra, incluída Rusia, que vive una angustiosa soledad como nación apestada por los matones delirios de Putin, el hombre de 69 años, que hasta ahora había jugado el papel de hombre prudente, pero la guerra que declaró contra Ucrania ha puesto las cartas boca arriba.

En esta última semana de marzo de 2022 nos reveló que el universo mental de Putin siempre fue el de la violencia. La guerra ha sido indisoluble de su reino a lo largo de sus 22 años de poder, comenzó con la guerra de Chechenia y los atentados no aclarados en Moscú

En contraposición a Putin, tenemos a Volodymyr Zelensky, el clown ucraniano elegido presidente hace tres años sin la menor experiencia política, pero que en una semana se ha convertido en el gran héroe nacional, tanto en el exterior como en el interior del país. Hoy es el blanco número uno del Kremlin. No teme a Putin y no cesa de animar la resistencia. Decidió quedarse en Kiev, junto a su pueblo.

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