Opinión

Hora de irse

En política, los gestos cobran una relevancia que trasciende lo que en cualquier otra faceta de la actividad humana se vería con total naturalidad. Porque es natural que nos equivoquemos a diario. Es natural que no compartamos muchos puntos de vista con nuestros compañeros de trabajo, con amigos o con familiares. Pero cuando estas cotidianas discrepancias se manifiestan en el ámbito de la política activa, en el ejercicio de un cargo tan significado como es el de ministro del Gobierno de la Nación, la naturalidad se transforma automáticamente en una insidiosa artificialidad que señala al responsable la puerta de salida del cargo.

No hay duda de que un ministro se puede equivocar muchas veces, y no pasar nada; pero cuando la equivocación es de tal calibre que implica a todo el Gobierno del que forma parte, solo queda como solución final la de irse. Y creo que esto es lo que ahora pasa con los ministros ábalos y Grande-Marlaska a raíz del penoso caso de la "estancia" en el aeropuerto de Madrid Barajas de la vicepresidenta venezolana. No se trata ya del inexcusable desconocimiento del derecho de extranjería de la Unión Europea aplicado en sus consecuencias sancionadoras a tan desastrosos supuestos, ni de la aparente ausencia total de la necesaria coordinación entre los ministerios implicados, y aquí habría que incluir a la titular de Exteriores, sino de los evidentes perjuicios que están salpicando todos los días a todo el Gobierno de Pedro Sánchez. 

Que el asunto se encuentre -¡otro más!- ya judicializado no tiene tampoco más trascendencia que la del impacto mediático inicial de la noticia de que varios juzgados de instrucción de Plaza Castilla hayan iniciado diligencias que, por lo demás, están destinadas a quedar allí en nada y a remitirlas, en todo caso, a la sala segunda del Tribunal Supremo. El asunto ha cobrado tal eco social y político, afectando a la buena gobernanza del país, que a los dos ministros citados no les cabe otra salida digna la de irse a su casa.

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