Opinión

Cuba y el caballo de Troya

La historia de Cuba es la de una lucha permanente por alcanzar la libertad y por liberarse del colonialismo desde hace siglos. La isla fue española hasta 1898, y aunque España la consideraba parte de su territorio nacional, los cubanos querían la independencia. La lucha fue dura y cruenta. Ejemplos de la misma son el episodio del “Héroe de Cascorro”, el soldado español Eloy González, que se deslizó desde su guarnición hasta las líneas enemigas con una lata de petróleo y le plantó fuego a un bohío rebelde desde donde los atacaban –eso sí, atado con una cuerda para que pudieran recuperar su cuerpo si lo mataban-, y los campos de concentración que ideó el general Valerio Weyler para mantener controlados a los campesinos en los suburbios de las ciudades y evitar así que los mambises recibiesen ayuda.

De nada sirvió el esfuerzo de España por mantener la soberanía de Cuba porque los americanos pusieron sus ojos en ella (también en Filipinas) y en 1898 se la arrebataron con la disculpa de la explosión del acorazado “Maine” en el puerto de La Habana, que como se sabe o fue un accidente o fue una trama urdida por los “antepasados” de la CIA. El caso es que Cuba pasó de ser una colonia española a una de los Estados Unidos, aunque formalmente era un estado independiente. Y ya se sabe lo que ocurrió después, la isla se convirtió en el casino de los EEUU, un lugar para hacer “sus” negocios y solazarse. Hasta que llegó Fidel con la promesa de que Cuba sería libre. Y el país no fue libre, porque Fidel es un dictador, y porque de nuevo cayó en el colonialismo, esta vez el de los soviéticos que llegaron a instalar misiles nucleares apuntando a los Estados Unidos. Total que “se armó la marimorena” y el mundo estuvo pendiente de un hilo con los barcos y submarinos americanos y soviéticos a punto de iniciar una guerra nuclear. Al final los rusos se llevaron sus misiles y la que pagó el embolado fue Cuba, a la que los yanquis no le perdonaron la osadía y le aplicaron un embargo económico despiadado que todavía sufre el pueblo.

Medio siglo después Cuba está anclada en los años 60 y los Estados Unidos están en el siglo XXI. Durante el embargo, ha habido 11 presidentes en Estados Unidos, y en Cuba ha gobernado siempre Fidel Castro, algo realmente extraño. Y de repente, cuando nadie lo esperaba, Raúl Castro y Obama anuncian el establecimiento de relaciones diplomáticas después de más de medio siglo de conflicto. Se ha dicho que este es el último “muro” que quedaba de la guerra fría y seguramente es así. Ahora falta que se levante el embargo económico sobre Cuba. La mejor manera de que en la isla haya democracia es dejar que entre aire de libertad, de prosperidad y de intercambios personales, porque todo eso hace inviable el régimen de los Castro.

Se afirma que Obama es un traidor y un cobarde porque no supo mantener el pulso ante Fidel como lo hizo el presidente Kennedy frente a los soviéticos, y que además al final han ganado los Castro. Empezando por esto último, no creo que esto se deba analizar desde el punto de vista de quien gana o quien pierde. Lo que ha hecho Obama me recuerda la historia del Caballo de Troya. Cuando los griegos llevaban nueve años asediando Troya y no lograban abrir sus fortificaciones, pusieron un enorme caballo de madera en sus puertas y se retiraron. Los troyanos lo interpretaron como un triunfo y lo introdujeron en su fortificación, sin saber que estaba lleno de soldados griegos que conquistaron su ciudad. Obama ha sido muy valiente y muy inteligente porque, sin disparar un solo tiro, ha metido en la fortaleza de los dictadores cubanos un Caballo de Troya lleno de posibilidades de libertad y prosperidad. Ahora hace falta que dentro de unos años aparezca un Adolfo Suárez cubano que culmine la transición política a la democracia para la que Obama ha puesto la primera piedra. Los cubanos se merecen que se acabe la pesadilla y que unos y otros los dejen vivir en libertad.

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