Opinión

Freedom Tower: La libertad se impone

Trece años después de aquella bestialidad ocurrida el 11 de septiembre de 2001, el One World Trade Center, también llamada Freedom Tower o Torre de la Libertad, abre sus puertas y recibe a sus primeros inquilinos. No diré que este rascacielos se construyó en un tiempo récord, porque el Empire State Building se construyó en apenas un año y cuando no había los medios tecnológicos que hay ahora. Pero sí se puede decir que Nueva York se levantó del enorme golpe físico y psicológico que recibió en poco tiempo. Donde hace trece años se derrumbaron en cuestión de minutos las Torres Gemelas, se alza ahora un edificio de 104 plantas, 540 metros o 1.776 pies de altura (en alusión al año 1776, el de la independencia de Estados Unidos), el más alto de Estados Unidos, que domina desde el sur la isla de Manhattan, y con vistas directas a la Estatua de la Libertad. Los primeros inquilinos, los empleados de la empresa editora Conde Nast Chuck, ocuparán, nada más y nada menos que cinco plantas enteras.

No se trata de volver a construir una torre descomunal, sino de que los terroristas sepan que por mucho que quieran atentar contra la libertad, representada para ellos por las Torres Gemelas, ésta se impone a la locura y lo que ésta puede destruir, se reconstruye. Los asesinos derribaron de forma trágica y espectacular unos simbólicos edificios, y pensaban que habían ganado no se sabe muy bien qué, pero lo cierto es que en trece años, con paciencia, esfuerzo, dolor y muchos dólares, se ha reconstruido el símbolo, y además más alto que antes.

Lo que no se ha podido recuperar ha sido la vida de las personas de raza negra, blanca y amarilla que fallecieron injustamente sólo por estar allí, de visita, haciendo turismo o trabajando, con independencia de que fueran americanos, africanos, asiáticos, europeos o australianos, sin distinguir si eran de izquierdas o de derechas, si eran ricos o pobres, si eran musulmanes, cristianos, budistas, agnósticos o ateos. Su tragedia, y la de sus familiares, fue estar allí, ese fue todo su “pecado”.

Tal vez visto desde fuera pueda parecer prepotente por parte de los neoyorquinos construir un nuevo rascacielos, incluso más alto, pero si se está en Nueva York se entiende que de prepotente no tiene nada, sino que más bien es lo natural. El nuevo rascacielos cubre el hueco dejado por las Torres Gemelas y sigue la línea de edificación horizontal y vertical de la ciudad, el famoso “skyline” o vista panorámica. Y no es nada prepotente porque precisamente donde están los edificios más altos del mundo es en Dubai (el edificio Burj Khalifa de 828 metros), Arabia Saudí (las Torres Abraj Al Bait de 601 metros) y Malasia (las Torres Petronas, de 452 metros), todos países musulmanes. Los dos primeros son además países extremadamente ricos gracias al denostado petróleo. Poco importaba que las torres fueran o no las más altas del mundo, poco importaba que Estados Unidos sea más o menos rica (los países del Golfo Pérsico también lo son), poco importaba que gobernara Bush (también intentaron derribarlas cuando gobernaba Clinton), el ataque contra las Torres Gemelas fue en realidad contra la libertad, la que ellos odian. Y no se diga que fue para defender a los países musulmanes sometidos por occidente, porque cuando Barack Obama propició la primavera árabe hace 2 o 3 años para implantar la democracia en los países del norte y este del Mediterráneo, ya se sabe como acabó, dictaduras teocráticas, guerras civiles y religiosas, y la organización terrorista Estado Islámico decapitando a todo el que pillan, sea musulmán, cristiano, árabe u occidental.

En fin, que el “skyline” de Nueva York se ha renovado con más altura que antes, y la libertad sigue adelante a pesar de las amenazas que la acosan desde el principio de la historia.

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