Opinión

El futuro de Ourense

Dice el libro del Génesis que, después del diluvio universal, Dios le ordenó a Noé: “Creced y multiplicaos y llenad la Tierra”. Desde entonces la humanidad ha crecido de forma imparable y al mismo tiempo lo han hecho los alimentos y la riqueza, aunque siga habiendo mucha pobreza. Evidentemente Ourense no iba a ser menos que el resto de la humanidad y también creció. Digo ¡creció!, en pasado, porque ahora ya no crece, es más, decrece. Es decir, que los ourensanos no estamos cumpliendo el mandato bíblico que Noé y sus descendientes acataron al pie de la letra, a pesar de que tenían muchos menos medios que los actuales y el índice de mortalidad infantil era extraordinariamente superior.


Sólo hay que ver las estadísticas para comprobar el descenso de nuestra población. En la provincia había 333.257 habitantes en el año 2011 mientras que en el año 2014 se han reducido a 322.293, aproximadamente. En tres años se han perdido 10.964 habitantes, a una media de 3.654 habitantes por año. En la capital la pérdida es menor. En el año 1991 había 108.382 habitantes, en 2011 éramos 108.200 y en el 2014 bajamos a 106.905. Estos datos demuestran un estancamiento entre 1991 y 2011 y, a partir de este año, un claro declive.


Con ser esto malo, lo peor son las previsiones del Instituto Galego de Estatística, que afirma que Ourense perderá población hasta 2023 a una media de 3.000 habitantes por año, o sea, que dentro de 8 años habrá 24.000 ourensanos menos. Esto, evidentemente, a un alemán, un francés, un inglés, un americano, un australiano o un español de Madrid, Barcelona o Sevilla les importa un bledo. Pero lo que ya es muy ilógico, y demuestra muchas cosas, es que a los ourensanos también parece que nos importa otro bledo. Digo que parece no importarnos porque me he leído los programas electorales de algunos partidos –no todos- para las elecciones locales del 24 de mayo de 2015, y brilla por su ausencia cualquier referencia o propuesta de solución a este grave descenso demográfico. Y claro, si los propios ourensanos no nos preocupamos porque vamos desapareciendo poco a poco, ¿quién se preocupará?


Dios, en su infinita sabiduría, mandó que creciéramos y nos multiplicáramos porque sabía que a mayor población mayor riqueza, más cerebros pensantes, más cotizantes, más consumidores, más solidaridad, más empresas, más acompañamiento, más fuerza y todos los más que ustedes quieran. Así que pregunto yo, y perdón por la osadía, ¿no se podría incluir en algún programa de algún partido este problema y unas cuantas propuestas para solucionarlo o, al menos, parar esta sangría de población? Aunque sólo sea por un interés egoísta, ya que si los municipios se quedan sin parroquianos a los que gobernar, ¿para que sirven los ayuntamientos?


Sin ir más lejos, el otro día me visitó un amigo que vive en una gran ciudad europea y se quedó impresionado al ver que en época de vacaciones escolares por el centro de la ciudad no hay prácticamente nadie a las 9 de la mañana. Sus palabras fueron: “¿Pero qué pasa en esta ciudad que está totalmente parada?”. La verdad, al oír este comentario no supe que contestarle, pero si pensé que el problema es grave. El mandato divino de “creced y multiplicaos” –que incluye a los ourensanos- exige propuestas de los candidatos para que se pueda cumplir, para que no perdamos población y para que dejemos de ser ¡la tercera provincia más envejecida de Europa! Un muy grave problema que ni se menciona. Como dice doña Rosita en “La colmena”, de Camilo José Cela: “No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante”.

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