Opinión

LAS MEMORIAS

Existía entre los políticos relevantes del Reino Unido, una vez se jubilaban, la vieja tradición de escribir las biografías de grandes personajes. Es el caso del fallecido Roy Jenkins, ex ministro del Partido Laborista y ex rector de la Universidad de Oxford, que escribió, entre otras, la biografía de Winston Churchill, ex premier del Partido Conservador. Leyendo esa biografía uno se da cuenta de la grandeza, imparcialidad y honestidad del biógrafo al dejar al margen cualquier controversia o interés partidista, y la excepcional vida del biografiado, que lideró a los británicos con absoluta determinación hasta que logró derrotar a los nazis.


Distinto al género literario de la biografía, relatada por un tercero, es el de las memorias escritas por el propio interesado, normalmente una persona con una vida excepcional. Recuerdo haber leído las de Julián Marías, eminente filósofo represaliado por el franquismo y que después fue consejero, a título personal, del ex presidente Adolfo Suárez. Decía Marías que en la vida es casi tan importante lo que se ha hecho como lo que se ha querido, intentado o deseado hacer y no se ha hecho.


Pues bien, la honestidad de Roy Jenkins, la determinación y liderazgo de Churchill y la clarividencia de Julián Marías, contrastan con el contenido de las memorias publicadas de Pedro Solbes, ex vicepresidente y ex ministro de Economía, que ahora nos cuenta que él no estaba de acuerdo con la política económica del gobierno de Zapatero y que no dimitió por responsabilidad. De ello se deduce que no hizo lo que debía en ningún caso, es decir, no tomó las medidas que tenía que haber tomado -que sería lo adecuado- y tampoco dimitió cuando no se las dejaron adoptar -que sería lo honesto-. Al hacerlo así causó un grave perjuicio al conjunto de la ciudadanía. Ello demuestra que Julián Marías tenía razón, es tan importante en la vida lo que se hace como lo que no se hace.


Dimitir libremente y por propia convicción es un acto de honestidad. En España tenemos el caso del ex presidente Adolfo Suárez que hizo lo que debía dos veces y en situaciones extremas; la primera, al llevar al país de la dictadura a la democracia, y la segunda, cuando dimitió porque ya no podía hacer más de lo que hizo en beneficio de todos. Por eso cuando Solbes no tomó las medidas económicas que sabía que debía tomar actuó mal, cuando no dimitió actuó todavía peor, pero dar ahora publicidad a sus memorias contándonos patrañas para vender más es desprestigiarse a sí mismo y poco menos que considerarnos tontos. Menos mal que los ciudadanos sabemos distinguir donde hubo grandeza, honestidad y clarividencia política y donde estuvo ausente.


Lamentablemente Adolfo Suárez no escribió sus memorias, aunque dejó como legado la Constitución de 1978, única en nuestra historia refrendada por el pueblo. A falta de éstas, si estas Navidades quieren leer una biografía de otro personaje histórico les aconsejo, si me lo permiten, la de Charles Dickens, casi tan interesante como alguna de sus famosas novelas y de mucho más provecho que las memorias del ex vicepresidente 'económico', al que se le puede aplicar lo que el otro día le oí a un doctor pediatra: 'El ser humano tarda dos años en aprender a hablar y sesenta en aprender a callar'.

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