Opinión

El Miño: el río del fin del mundo

Pues sí, para mí el Miño fue el río del fin del mundo. Si quieren saber por qué, tendrán que leerse este artículo, en fin, es la carga que conlleva la curiosidad. Les cuento.

Como no sólo de playa vive el hombre, este verano leí el libro de Javier Reverte titulado “El río de la luz”, en el que narra su viaje en canoa por parte del río Yukón que atraviesa Canadá y Alaska. Reverte mezcla la descripción del curso del río, a través de una naturaleza indómita, con la historia de la codicia humana en una parte del planeta que fue la frontera más alejada. El autor cuenta de manera documentada y fresca la historia, en el siglo XIX, del descubrimiento de oro en el río Yukón y en el estrecho de Bering, la de los asentamientos que se erigieron por los buscadores de oro y la construcción del ferrocarril para salvar las grandes montañas y llegar a los yacimientos. Y es que la colonización de las fronteras de la Tierra en los sucesivos siglos siempre ha estado unida a la conquista de los ríos y sus valles.

Un ejemplo de ello es la novela de Santiago Posteguillo sobre Trajano, titulada “Circo Máximo”, en la que relata como este emperador hispano ordenó construir un puente sobre el río Danubio para defender al imperio romano y colonizar a los “bárbaros” de la otra orilla. La obra fue un auténtico reto para los arquitectos romanos y en la novela se explican los sistemas de construcción que idearon y que seguramente aplicaron en el río Miño. Por cierto, en la novela se habla del Miño, situado en el otro extremo del mundo romano, como el lugar de donde se sacaba un pigmento –utilizado para colorear de rojo las pinturas romanas- llamado minio, en latín minium, de donde deriva, al parecer, el nombre Miño.

A Trajano (otros a Augusto) se le atribuye la construcción del Puente Romano de Ourense, que estuvo unida a la explotación del oro en el noroeste de la Hispania romana y la colonización de los “bárbaros” (o sea, los primitivos gallegos) en las fronteras del imperio. La explotación del oro en Gallaecia se extendió desde las Médulas del Bierzo, pasando por Montefurado (el túnel de ¡400 metros de largo! que “furaron” los romanos para desviar el curso del Sil y buscar oro) y por Ourense, hasta llegar al Val Miñor. Se dice que los romanos mandaban a Roma cada año varias toneladas de oro. Dicho así no me negarán que la historia del oro en Galicia tiene muchos paralelismos con la búsqueda y descubrimiento de oro en el río Yukón. Alaska, ahora, y Gallaecia, entonces, estaban llenas de un oro que surgió en los cauces y valles de los ríos (Yukón, Sil y Miño). Alaska en el siglo XIX y Galicia en la época de los romanos, fueron el fin del mundo. Galicia estaba en el extremo del imperio romano y era el fin del mundo conocido (Finisterrae), y el Miño era “El río del fin del mundo”, el último gran río antes de adentrarse en el entonces tenebroso océano Atlántico.

Javier Reverte nos ha contado en su libro “El río de la luz” la historia del oro del Yukón y Santiago Posteguillo en su novela sobre Trajano nos cuenta la historia de la construcción por los romanos del puente sobre el río Danubio. Dos historias en dos partes del mundo que aquí en Galicia tenemos unidas en el tiempo de los romanos, el oro del Sil y del Miño y la construcción del puente de Ourense, a lo que habría que añadir nuestras termas, en las que es casi seguro que los romanos algún baño se dieron. ¿Se imaginan lo que supondría para Ourense que Javier Reverte o Santiago Posteguillo en vez de elegir como temas de sus libros Alaska y el puente sobre el río Danubio, hubiesen elegido Galicia y el Bierzo y la construcción del puente romano de Ourense? La respuesta es fácil, ahora estaríamos hablando de un bestseller con a Ponte de Ourense y nuestras termas en el centro de la trama. En fin, ¿alguien se anima a escribir la novela sobre “El río del fin del mundo”? No cabe duda, la historia de Ourense es una gran novela, aunque esté mucho menos explotada que el oro que se llevaron los romanos.

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