Opinión

El mundo necesita un psicoanálisis

La verdad es que la humanidad avanza a trancas y barrancas a pesar de la cantidad de tonterías que hacemos las personas. Debe haber algo que nos guía y nos protege a lo largo de la historia, porque si no, no es inexplicable que sigamos existiendo. El otro día un tertuliano dijo que le parece bien que todo el mundo sea Charlie (“Je suis Charlie”), pero que le parecía sorprendente que tantos españoles se identificasen con Charlie y nadie se hubiese identificado, utilizando su nombre concreto, con alguna de las casi mil víctimas de ETA o las de los atentados del 11-M. Es curioso que en todos los estadios de fútbol, incluyendo San Mamés, se guardase la semana pasada un minuto de silencio por los muertos de Francia, mientras que en ese estadio del Athletic de Bilbao nunca, ¡nunca!, se guardó un minuto de silencio por las víctimas de ETA. También llama la atención que la Audiencia Nacional libere con mucha prisa a los presos de ETA haciendo una interpretación de la ley que un mes más tarde el Tribunal Supremo ha dicho que es errónea y que, por lo tanto, no tenían que haber sido liberados. 

Habría que analizar por qué algunos terrorismos producen rechazo y otros no. En los primeros quince días del 2015 parece que el mundo, o España, ha agudizado esa locura colectiva o más bien publica. Sin ir más lejos, la representante de Podemos ha dicho que si gobiernan prohibirán la celebración de las procesiones de Semana Santa de Sevilla y que se sometería dicha prohibición a una consulta popular, y se queda tan ancha. A esto se le llama crear problemas donde no los hay y es una demostración palpable de intolerancia. Claro que para lío, lío, el de los catalanes que convocan elecciones para el 27 de septiembre, con lo cual el país, en plena crisis, se ve forzado a realizar cuatro comicios en un solo año, y el de los catalanes además con su pretensión de independencia de por medio y con el propósito de influir todo lo que puedan en las elecciones generales, pero no para solucionar problemas, sino para disgregar y separar. 

Claro que por ahí adelante la cosa no está mejor. El primer ministro británico, David Cameron, anuncia que estudia la posibilidad de prohibir la mensajería instantánea encriptada (whatsapp), lo cual es confundir la tecnología, en sí misma buena, con el uso que se hace de ella. Aunque los que se llevan el premio a la locura son los del Estado Islámico, que han ordenado la ablación del clítoris de todas las niñas que viven en el norte de Iraq. Esta actitud inmisericorde que existe en el mundo se refleja de forma muy gráfica en una noticia en la que se cuenta que una mujer le ha cortado dos veces el pene a su marido infiel. Cuando la leí me dije, ¡eso es imposible! Pues sí, sí que era verdad, porque la mujer se lo cortó y el desdichado se fue al hospital donde se lo reimplantaron y mientras convalecía en su habitación la mujer fue al sanatorio y se lo volvió a cortar. Supongo que el hombre pediría a los médicos que sólo le cicatrizaran la herida y no se lo reimplantaran, no fuera a ser que su mujer se lo cortara por tercera vez, algo excesivo a todas luces. 

A pesar de todo, entre tanta locura, encontré la noticia de que los americanos han desclasificado toda su información sobre el avistamiento de ovnis hasta el año 1969, y la verdad es que esto te reconforta un poco y recuerda aquellos años en que todo el mundo oía, con la boca abierta, a los que decían que habían visto platillos volantes y hasta extraterrestres -alguno afirmaba que había sido absorbido o abducido-. Aquello de los ovnis tenía mucho de romántico y de misterio y unía mucho más que las crudas y descarnadas noticias de hoy en día, donde existe como un ánimo de ¡destrozar! al “enemigo”, como un permanente estado de “cabreo” (perdón por la expresión). En fin, leyendo las noticias de estos primeros días del año me parece que no estaría de más hacer un psicoanálisis mundial y colectivo para averiguar si tenemos remedio.

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