Opinión

Las ocurrencias constitucionales

Dice el diccionario de la RAE que ocurrencia es un pensamiento que viene a la imaginación. Ahora bien, una cosa es un pensamiento original y otra proponer lo primero que se pasa por la imaginación, en lenguaje coloquial “hablar sin pedirle permiso a la cabeza”. A veces la ocurrencia es peligrosa, sobre todo cuando quien habla es un representante político y hace una propuesta sin meditarla suficientemente. El otro día un diputado catalán propuso que la capitalidad de España fuese compartida entre Madrid y Barcelona, y se quedó más ancho que pancho. Lo que no dijo fue que el artículo 5 de la Constitución la establece en Madrid y que por lo tanto para cambiar la capital hay que modificar la norma constitucional. Claro que entonces se plantearía porque sólo van a ser cocapitales Madrid y Barcelona, y no Toledo, León o Valladolid, por poner ciudades que fueron capitales antiguamente. El alcalde de Barcelona (CiU) dijo que la cocapitalidad de Madrid y Barcelona es, literalmente, “una chorrada”. 

Otra ocurrencia fue la propuesta de modificar la Constitución para que quede garantizado que todos los españoles tienen derecho a la sanidad y educación públicas (yo creía que ya estaban garantizados en los artículos 27 y 43, y, además, de forma efectiva), aunque la misma Carta Magna dice que todos los españoles tienen derecho al trabajo (artículo 35) y ya se sabe como está la cosa, sin que a nadie se le ocurra decir que si la cambiamos ya no habrá paro, porque eso no hay quien se lo crea. Quiero decir con esto que los problemas reales no se solucionan cambiando la Constitución al albur de lo que se le ocurre a uno al despertarse. 

La última ocurrencia ha sido la de Pedro Sánchez de modificar el famoso artículo 135 de la Constitución, el que limita el déficit y equilibra los presupuestos, y que ha provocado en Rodríguez Zapatero una sonrisa con sorna, como diciendo, como se nota que éste no tuvo que afrontar el gravísimo problema de la prima de riesgo, cuando España se desangraba pagando los intereses de la deuda, y gracias a esa reforma del artículo 135, y algunas cosas más, se paró esa sangría. Si lo que se pretende es garantizar todavía más la solidaridad entre los españoles tenemos varias opciones sin necesidad de modificar el artículo 135: una, subir los ingresos vía aumento de impuestos y entonces tendremos más para gastar sin crear déficit. Otra opción, reducir el importe de determinadas partidas de gasto y aumentar otras. Ninguna de estas soluciones exige cambiar la Constitución, pero subir impuestos es muy impopular y recortar prestaciones también, así que lo más fácil y popular es proponer la modificación para crear otra vez déficit. En fin, los problemas económicos se solucionan con medidas laborales, fiscales y presupuestarias, pero no modificando la Constitución sin necesidad. 

En esta línea de ocurrencias leí el otro día una opinión de un exministro de UCD pidiendo un referéndum a nivel nacional en relación con el problema catalán y para determinar el modelo territorial. Lo que me planteo es que pregunta se va a realizar en ese referéndum, porque si lo que se va a proponer es una de estas tres opciones: una España centralizada, un estado de las autonomías o un estado federal, nos puede salir un resultado de un 33,33% a favor de cada una de las propuestas, y entonces salimos de Guatemala para entrar en Guatepeor. Sobre todo teniendo en cuenta que a los independentistas, la Constitución y el Tribunal Constitucional les importan un bledo porque ellos quieren la independencia. 

Santa Teresa decía que la imaginación es la “loca de la casa” y el novelista Muñoz Molina dice que la “imaginación, si la dejas sola, solo inventa estereotipos”. Antes de modificar la Constitución hay que pensárselo cien veces, no vaya a ser que cambiemos una norma moderada y pactada por una loca imaginación o una simple ocurrencia.

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