Opinión

¿Otra Navidad?

Otra Navidad, ¿la misma de siempre o una nueva Navidad? Depende de cómo se entienda. Es indudable que a quien le falte un ser querido la vivirá de forma distinta, con un vacío difícil o imposible de llenar, en fin. La Navidad, sociológicamente, ha cambiado en muchos aspectos y sin embargo sigue siendo la misma en los fundamentales. Ahora desde primeros de diciembre se empieza a celebrar con los amigos, algún que otro “enemigo” (es broma) y los compañeros de trabajo o de ilusiones y fatigas en las “tradicionales” cenas de Navidad, lo que antes no ocurría. Algunos comercios adornan sus escaparates con motivos navideños desde finales de noviembre, todo lo contrario de lo que este año ha hecho el Ayuntamiento de Ourense, que no ha tenido prisa alguna por iluminar las calles, ¡seguramente para respetar la tradición! Ni tanto ni tan calvo. 

Antes se cantaban villancicos populares, como “La Marimorena”, el emocionante “Noche de Paz” o “Campana sobre Campana” que decía: “Campana sobre campana, y sobre campana una, asómate a la ventana, verás al Niño en la cuna…”, o el “Tamborilero”, en el que se repetía el famoso “ropopopom, ropopopom…”, y que Raphael bordaba en sus conciertos navideños. De la zambomba o la pandereta como instrumentos de acompañamiento, ya ni les digo, solo se acuerdan los más viejos del lugar. Y la verdad es que algo hemos perdido al desterrar los villancicos. Recuerdo que en casa de mis abuelos los cantábamos los nietos con voz angelical y perfectamente ordenados. 

Hasta los dulces navideños han “sufrido” una gran evolución. Pasamos del turrón duro, el blando y el de yema (en mi casa se compraba en La Coruñesa), a turrones para dar y tomar, para toda clase de dentaduras y de todos los sabores: coco, chocolates diversos, crema catalana, yogur, ron con pasas, piña, etc. Aunque donde estén los turrones típicos, el mazapán, los polvorones y las tartas de siempre, que se quite lo demás. 

La forma de felicitarnos se ha ampliado, ahora se usa “Feliz Navidad” y “Felices Fiestas”, está bien, así integramos todas las creencias y sensibilidades. Aunque lo que ha experimentado un cambio revolucionario es la utilización de Facebook y de Whatsapp para enviarnos felicitaciones, que es cierto que son más dinámicas, sonoras, alegres y bonitas, pero su mensaje, a veces, es un poco impersonal, todo lo contrario de lo que ocurre con la típica postal de Navidad, con la que “casi” han acabado, y que me parece más afectuosa porque es más personal. 

En la lotería de Navidad sigue siendo una tradición que “a mí” no me toque ni el Gordo ni el flaco, y también es típica la imagen de los bombos y el característico tono de voz de los niños que cantan los premios, aunque lo que sí ha cambiado es que Hacienda nos ha “impuesto” un impuesto, nunca mejor dicho. También se nos ha “colado” Papá Noel en las casas (trepando con su escalera hasta la ventana como un “caco” nocturno), aunque en muchas se sigue poniendo un belén con “la Virgen y San José y el Niño que está en la cuna”, que se canta en el villancico, aunque, eso sí, sin el típico musgo que ahora está protegido. El belén sigue siendo muy nuestro, y aunque admitimos al gordinflón y consumista Papá Noel (que representa más ventas y más empleo), no parece que estemos dispuestos a eliminar al Niño en su pesebre (que es la ternura, la humildad y la alegría). 

En fin, la Navidad sí ha cambiado, lo que no quiere decir que sea otra Navidad, porque en el fondo es la misma y a nadie deja indiferente. Algunos la eliminarían si pudieran, para otros es el momento de reunirse con la familia, para unos es una fiesta religiosa, para otros es un tiempo entrañable, muchos la viven con jolgorio, y la mayoría con serenidad, paz y amor, que es lo mejor. Sea como sea, si la Navidad faltase, algo muy nuestro se perdería. Así que les deseo feliz Navidad a todos, sea típica o atípica, porque al final siempre es la Navidad.

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