Opinión

El paro es un mal endémico español

Se han publicado las cifras del paro del mes de noviembre y resulta que se redujo en 14.688 personas, cifra modesta, pero la mejor de todos los noviembres desde hace muchos años. Este dato, junto con otros, como la reducción en 189.222 personas en los nueves primeros meses del año y el interanual en 296.700, marcan una línea evidente de disminución del paro. Pero para apreciar el problema del paro en España lo mejor es ver los datos de desempleo que cada presidente del Gobierno dejó al final de su mandato: Adolfo Suárez tuvo un paro de 1.740.000, Calvo Sotelo lo elevó a 2.230.000 personas, Felipe González se fue con 3.500.000 parados, Aznar lo redujo a 2.227.000 y Zapatero lo elevó a 4.910.000 personas. En este mes de noviembre de 2014, gobernando Rajoy y a falta de un año para acabar la legislatura, el paro es de 4.512.166 personas y con tendencia a reducirse. 

Resulta pues evidente que el paro es un problema endémico en nuestro país, lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que sea irresoluble y que en el nivel del mismo no influya el tipo de política económica que se aplica. De hecho en otros países de nuestro entorno el nivel de desempleo es mucho menor, hasta el punto de que en ellos un paro superior al 10% se considera inadmisible, mientras que en España ese nivel es un éxito. Por lo tanto, el problema es muy español, muy de nuestro sistema, de nuestros errores, de una cierta tolerancia con la corrupción, de hacerle creer a la gente que el sistema no tenía límites, que el dinero sobraba y otras alegrías, que ahora se han transformado en mucho sufrimiento. 

Pero, ¿cuáles son las causas de este paro endémico español? En mi opinión, tres. La primera es la falta de un proyecto colectivo decidido, ilusionante y sobre todo visible (¡que nos entre por los ojos!), que apueste de forma clara por añadir, digo añadir, a nuestro sistema productivo la innovación, como un “gen” de identidad, que haga que la economía española sea puntera en calidad y valor añadido a los productos que vendemos. Esto implica un plan económico que proyecte una economía que crezca de forma sostenible y no desordenada, para evitar pinchazos que manden a millones de personas al paro. La segunda causa del paro es la falta de flexibilidad que ha tenido el sistema jurídico-económico para permitir que las empresas se pudieran reestructurar, salir adelante y no verse abocadas a su desaparición. Y la tercera, poco analizada en mi opinión, es el efecto que la globalización ha tenido sobre nuestra economía. 

La globalización, que en principio es buena, supone que las empresas occidentales compitan con empresas de otras zonas del mundo en desigualdad de condiciones, porque no es lo mismo cumplir con las normas salariales, sociales, de prevención de riesgos laborales, contables, fiscales, administrativas, registrales, de protección de datos y un sinfín de ellas, que no tener que cumplirlas, porque estas normas occidentales suponen un gasto que incrementa el coste del producto. Y sin embargo los ciudadanos europeos, que nos autoimponemos esa legislación a rajatabla, a la hora de comprar la mayoría de las veces optamos por el producto más barato, precisamente el que casi siempre se fabrica sin cumplir esas normas. Así que la globalización, como todo en la vida, está bien, pero estaría mucho mejor si se adoptasen medidas correctoras que impidan que se convierta en un sistema perverso para las empresas occidentales en general y las españolas en particular. 

Esta última causa afecta a todos los países occidentales, pero es evidente que lo hace menos a los que más innovan porque sus productos no solo compiten en precio sino también en calidad. En fin, el paro es endémico en España, pero no irresoluble si se apuesta por la innovación a gran escala, y si no, “largo me lo fiáis”, que dijo el clásico. Ángela Merkel ha dicho la semana pasada: “La economía digital es el futuro de Europa”. Más claro agua.

Te puede interesar