Opinión

El rey ha entendido el cambio social

El rey Juan Carlos ha abdicado y lo ha hecho cuando nadie lo esperaba y en un mal momento para él. Probablemente se ha dado cuenta de que hay un mar de fondo en la sociedad española que exige cambios, eficacia, honradez, claridad y muchas otras cosas. Se podrá pensar en mil y una razones que justifiquen o expliquen la abdicación, unas serias, otras rocambolescas o graciosas y algunas fuera de lugar. Esto de la abdicación debería ser ya algo normal en sociedades avanzadas como la nuestra. Dimitió Benedicto XVI, y no pasó nada, al contrario, las cosas han mejorado con el papa Francisco. Dimitió la reina de Holanda, el rey de Bélgica, hasta Fidel Castro, y no pasó nada.

La vida de las personas se ha alargado mucho pero la salud falla y sin embargo las instituciones no pueden esperar, tienen que ser eficaces porque la vida es trepidante y muy exigente, así que la solución es dar paso con normalidad a gente nueva. Sea cual sea la causa de la abdicación del rey -yo creo que son los años, sus problemas de salud y sobre todo el mar de fondo de la sociedad- hay que reconocer que él trajo a España la libertad y lo hizo cuando eso suponía asumir graves riesgos, tal vez vitales. Adolfo Suárez y él legalizaron el Partido Comunista un Viernes Santo con el ejército franquista en contra, y ahora su líder, con total y absoluta libertad, en un ataque de amnesia, dice que hay que elegir entre monarquía o democracia, ¡si no lo oigo no lo creo!

Durante su reinado, España ha conocido el mayor avance social nunca visto por estos lares. En los últimos años desgraciadamente su labor ha quedado empañada por el caso Urdangarin y alguna que otra “tontería” de la que pidió disculpas públicamente. Supongo que habrá quien diga que esto con una república no ocurriría, lo cual está muy lejos de la realidad, sólo hay que ver el caso de Bill Clinton o los últimos presidentes de la República francesa, todos imputados, por poner sólo algunos ejemplos.

Tanto la república como la monarquía son regímenes democráticos, ambos son legítimos. Pero en el caso de España, la monarquía parlamentaria (por lo tanto democrática) es la única forma de gobierno que, en toda su historia, ha sido refrendada por el pueblo. Siendo consecuentes, si se considera que lo único que legitima es un referéndum, hay que recordar que esta monarquía se sometió al mismo. En fin, se mire como se mire, si se ponen en una balanza los aciertos y los errores de la monarquía pesan más los primeros.

Con todo la última contribución del rey ha sido dejar un sucesor en la persona del príncipe Felipe, perfectamente preparado para encarnar una monarquía moderna y una Jefatura del Estado ágil, dinámica, competente, capaz de hacer frente a los cambios que exigen los ciudadanos y los retos del país. Me da la impresión, intuyo, que España se ha metido en una época de cambios profundos, que no radicales, y que al que no se percate de esto se lo va a llevar la corriente. Creo que el rey se ha dado cuenta de que no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época y que esto exige modificaciones profundas, no meros maquillajes y que él ya no puede afrontarlas. Así que, al dar paso a un nuevo rey, ha prestado su último servicio a España y coloca a la monarquía en una nueva época. Ahora las demás instituciones deben tomar nota de que el cambio es de época, de fondo, y de que hay que leer bien los tiempos y lo que demandan.

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