Opinión

Vacunarse o no vacunarse

En el libro del expresidente Barack Obama titulado “Una Tierra Prometida” este cuenta como siendo él presidente de Estados Unidos, tuvo que enfrentarse en el año 2009 con el riesgo real de una pandemia causada por un virus de la gripe muy virulento, una variante del H1N1, o sea, el virus de la mal llamada “gripe española” que causó al principio del siglo XX entre cincuenta y cien millones de muertos en el mundo y una grave paralización de la economía mundial. Dice Obama que ante esta perspectiva preguntó cómo estaba preparado el sistema de salud americano para hacer frente a esa posible pandemia, y se encontró con que las vacunas de la gripe de las que disponían no eran efectivas contra esa variante. Así que inmediatamente se plantearon producir medicamentos antivirales efectivos contra el virus N1H1 y una vacunación masiva de la población americana.  Surgió entonces un inconveniente. 

Los funcionarios del equipo de respuesta del expresidente Gerald Ford a la peste porcina que había aparecido en 1976 advirtieron a Obama del riesgo que suponía adelantarse a un brote epidémico e imponer la vacunación obligatoria como se había hecho en la Administración Ford, sin esperar a saber cual era la gravedad de la pandemia. Como consecuencia de esa precipitación en 1976 fueron más los americanos que desarrollaron desordenes neurológicos o relacionados con la vacuna que los que fallecieron a consecuencia del virus N1H1. Nada de esto ocurrió con Obama porque al final la pandemia no fue tan grave como se suponía. Ahora se plantea con el covid 19 el mismo problema, aunque con un grado de contagio mucho mayor. Y surgen las mismas dudas que tuvo Barack Obama en el 2009. ¿Vacunarse o no vacunarse?, ¿ser o no ser?, esa es la cuestión, como se dice en el Hamlet de Willian Shakespeare. La duda deja pocas alternativas en este caso del covid 19. 

Parece evidente que la vacunación masiva de la población es la única solución razonable que tenemos en este momento, pero ello no quita que se puedan causar daños neurológicos o de otro tipo a las personas vacunadas porque las vacunas no han sido suficientemente experimentadas en cuanto a sus efectos secundarios y no se sabe cuáles pueden ser estos. Los Gobiernos de todo el mundo asumen este riesgo asesorados por expertos y científicos. 

El problema es que aunque los expertos saben mucho, el virus parece sabérselas todas y, antes de que empiecen las vacunaciones masivas, ya ha mutado en el Reino Unido acelerando su transmisibilidad, lo que puede reducir el efecto de las vacunas sin reducir el riesgo de los efectos secundarios. El covid 19 ha creado lo que en el mundo jurídico se llama un Estado de Necesidad, aunque en este caso es público y lo que se defiende es el interés general, o sea, para evitar un mal mayor (muertes y daños económicos muy graves) se permite un mal menor (los efectos secundarios no conocidos de la vacuna sobre las personas).  En fin, no hay otra posibilidad que vacunarse y asumir el riesgo, no porque lo digan expertos que casi nadie conoce, sino porque lo dice la lógica y porque la vida es en sí misma un riesgo que hay que asumir para seguir viviendo. “Alea jacta est”, que dijo Julio Cesar al cruzar el Rubicón camino de Roma. 

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