Opinión

El colmo de la obsecuencia

Hay una ecuación, o algo parecido, que no será de primer grado, tampoco de segundo, quizá una regla de tres, simple o compuesta, que se me ofrece cuadrática y que a mí, al menos a mí, no me cuadra en absoluto; quizá porque sea equivalente a algo parecido a la cuadratura del círculo. Se plantea en ella que, a menores impuestos, más creación de riqueza y que, en consecuencia, a mayor riqueza mayor oferta de empleo, de puestos de trabajo si prefieren que sea expresado así. 

La verdad es que, observando el aumento de ganancias de los bancos, se desbarata la ecuación, la regla de tres simple o compuesta, el aforismo, el dogma neoliberal o lo que sea, incluso la rueda de molino con la que se pretende hacernos comulgar, la carabina de Ambrosio o lo que sea, de una forma definitiva y clara; por ejemplo, el Banco Santander, que es uno si no el que el que más gana y que económicamente se ha hecho con más bancos, es el que, pese a ello, anunció hace unas semanas que pretendía deshacerse de cuatro mil y pico de sus empleados de forma que el planteamiento inicial aquí expresado tres párrafos antes se haya ido a freír espárragos.

El romance mantenido entre nuestros partidos políticos y la banca durante los pasados cuarenta años es de más larga duración que un matrimonio de los de antes: sólo falta saber en dónde se oculta la concubina, aquella sagrada institución que tanto defendió aquel notario madrileño, creador de una fuerza que pasó por nueva cuando siempre fue más bien decrepita y añosa por mucho que de vez en cuando reverdezca.

Se argumentó en su momento que los miles de millones de euros que "se le prestaron" a la banca para ayudar a paliar la desfeita creada por las cajas de ahorro, y también por ella misma, serían devueltos al Estado y todavía que si quieres arroz, Catalina. Ahora, mientras la banca, ese servicio público, si es que lo son por ejemplo las farmacias, los sanatorios, la enseñanza o las empresas de comunicación, mientras la banca abandona el rural se anuncia una medida innovadora: el gobierno gallego licitará la instalación de cuarenta y un cajeros, esparcidos por Galicia adelante, para que las gentes abandonadas por los bancos dispongan de su dinero, no del de los bancos sino del suyo propio, sin necesidad de desplazarse. ¡Sabia medida! Instala la Xunta los cajeros y serán los bancos los que cobrarán el servicio que estos presten. ¿Les recordaré a ustedes, amables lectores, cuál es el colmo de la obsecuencia? Si la banca es un servicio público que todos sufragamos esta no puede divorciarse así de la sociedad de la que se sirve, cuando es a cambio del dinero de todos del que se vale. 

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