Opinión

Hay una verdad oculta

Estoy leyendo dos libros que no sé si calificar de dispares porque creo que no lo son. Ambos se recrean en el arte de contar lo vivido de un modo que a los más pudiera parecer insólito cuando en realidad no lo es en absoluto. Lo que sucede, lo que suele suceder es que casi siempre hay una versión dominante de cualquier hecho, Una versión que se impone a otras, tan ciertas como ella.

Que suceda así, que siempre haya una verdad dominante es algo que me atemoriza, no por mí, que ya voy cumpliendo años y que, pese a que deseo que aún me queden muchos por vivir, no es improbable que los que me resten acaben por parecerme más bien pocos: Ustedes ya me entienden. quiero decir que estoy muy a gusto en esta vida y que no espero nada de la otra. Así que a mi plin, para lo que me queda aquí. Estoy leyendo esos dos libros, les decía y ya les diré de qué libros se trata, y hoy, después de comer, vi el programa que Sonsoles Onega dirige en Tele; es decir, vi "Ya es mediodía" que así es como creo recordar que se titula.

En él intervino Cayetana Álvarez de Toledo, de quien creo que leí un libro, un espléndido y certero libro sobre el obispo Palafox, que fue virrey de México, en el que su desarrollo contradice la afirmación formulada en el programa acerca de que la verdad es una, solo una y dejémonos de lerias. No sé qué opinaría de esto Duns Scott que habló, ya en su tiempo, de los diferentes tipos de verdades, a saber y por citar algunas, la verdad conveniente, la verdad necesaria, la verdad útil, la absoluta y la relativa, amén de otras, claro. Yo estoy con Duns Scoot y con lo que Antonio Machado puso en boca de Juan de Mairena: "la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero" porque me sigue induciendo a optar por lo que este respondió, contradiciendo a Agamenón, a quien tal afirmación le pareció justísima. ¿Qué fue lo que respondió el porquero? Respondió: ¡No me convence!" 

Vayamos entonces a los dos libros de los que empecé queriendo hablarles. El primero me lo regaló Xosé Antonio López Silva, una de las cabezas pensantes más brillantes que conozco y no precisamente por ser calvo, sino por la amplitud de sus conocimientos, lo atinado de sus observaciones y de sus escritos, lo sensato y comprensivo de su pensamiento. Se titula el libro "Goethe en Dachau" y fue escrito, en Dachau, por Nico Rost, una especie de enloquecido lector y escritor holandés, durante la ocupación nazi. El segundo me llegó por correo postal, enviado por el doctor Francisco García Fernández, cardiólogo eminente, a la vez que escritor ocupado en temas que suelen justificar mi convicción de que, sin tradición, no hay cultura. 

Este segundo libro, titulado "Memoria isquémica" no fue escrito por él, sino por otro médico, el también doctor Juan José Domínguez Reboiras para reivindicar la cara oculta o silenciada, la otra cara que complementa la imagen que se nos ofrece respecto de los hechos del mayo del 68 en Santiago de Compostela que, como todos ustedes saben, transcurrió en abril. Su tesis es la de que "la verdad oficial" (que ya debía existir en tiempos de Duns Scoot) la que prevalece de aquellos días, es decir, la que sitúa al PC en el centro de la rebelión estudiantil, casi la que hoy llamaríamos "posverdad" , se completa con la acción de los grupos de estudiantes católicos que participaron en ella. Y tanto que así fue. Pero que el PC tuvo tanto que ver como se afirma tampoco es falso.

En el libro que sitúa a "Goethe en Dachau" la verdad que nos sorprende, por los menos la que me sorprende a mí al tiempo que me llena de esperanza, es la que describe la actitud del autor en medio de aquella miseria moral, humana, física, en medio de todas aquellas atrocidades, hubiese gente empeñada en leer, en discutir sobre lo leído, en crear música o en pintar, dispuesta a mantenerse en pie gracias a la palabra entendida en su sentido más genuino. La verdad es la verdad, claro que sí, pero tan verdad como la miseria moral de los campos de concentración nazis, es la grandeza de espíritu de quienes subliman las atrocidades manteniendo actitudes y comportamientos en los que, al poder verse reflejados en ellos, unos, alcanzasen a superar su indefensión y, otros, a dolerse de su condición, de la banalidad de su mal, como dejó dicho Hannah Arendt.

Estamos viviendo días en los que, unos y otros, proclaman sus verdades como si fuesen sentencias condenatorias de las verdades ajenas, incluso más que afirmaciones de sus propias creencias o códigos de conducta. Parecería que no inquietase defender la bondad de las propias opiniones, sino desacreditar las ajenas, destruyendo cualquier camino de concordia o entendimiento y olvidando que siempre existe una verdad oculta que puede ayudarnos a comprender lo que sucede de modo que podamos llegar a comprendernos y de manera que, esa comprensión así alcanzada, nos lleve a un entendimiento que debe ser tan inevitable como imprescindible. Es tan necesario hablar, claro que lo es, pero también lo es escuchar, pues solo así se puede dialogar. Solo así podremos entendernos.

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