Opinión

Náufragos del siglo XX

El otro día se habló aquí del pensamiento oscilante, ese en el que un servidor se columpia tan a menudo; luego me puse a leer un libro de Adam Zagajewski, un gallego de la Galitzia que tiene a Cracovia por capital, la hoy polaca, pero que antaño a quien tuvo por su ciudad principal fue a Lvov que actualmente pertenece a Ucrania. Aquí, por lo que veo, nos columpiamos todos. El libro de Zagajewski se titula "En defensa del fervor" y se compone de trece ensayos. Todavía no pasé del primero de ellos. Es muy sugerente. Más sugerente, si cabe, si uno lo relaciona de inmediato con ese eterno columpiarse entre dos alturas, o entre dos simas, según ustedes prefieran, de las que se habló el otro día y que, a lo que se ve, también se va a continuar hablando hoy.

Dice don Adam que la contemporaneidad, es decir, lo contemporáneo y actual, no es sino una etapa más de un peregrinaje eterno e interminable. Bastaba con que dijese eterno y se ahorrase que además es interminable, pero no se lo vamos a tener en cuenta. Ese peregrinaje que cita es definido por Zagajewski tomando prestado un término que Platón usó en su día: el metaxú; algo así como el estar entre. Estar entre dos realidades, esto es, a medio camino entre lo material y lo transcendente, según dice él; o entre esto y lo otro que es lo que digo yo pues me gusta lo del metaxú y, además, me ayuda a parecer lo que no soy y me gustaría ser: un tipo que sabe cosas, cuando en realidad no sabe nada, de nada, de nada. El metaxú. Decidí instalarme de nuevo en él a lo largo de los días que sucedieron a la masacre de La Rambla e incluso opté por no columpiarme demasiado entre lo banal y lo transcendente, entre el sentido común y el disparate. Lo que les decía, a veces es mejor no saber nada.

Como a tantas otras gentes también yo fui inducido a través de las redes sociales a todo tipo de celadas; así, recibí videos, comentarios, fotografías, artículos sesudos y otros que no lo eran en absoluto. Pero debo confesar que hubo tres fotografías que me impactaron. En la primera se veía la manifestación habida en Londres después de la masacre allí sufrida. En la segunda la de París después de la suya y, en la tercera, la celebrada en Barcelona. Se las describo.

En Londres una multitud caminaba ajena a banderas. En París otra multitud hacía lo mismo solo que, en este caso, la cámara recogía la de una sola y tricolor que no hará falta que diga de cuál bandera se trataba. En la de Barcelona ondeaban cientos de banderas esteladas. Juzguen ustedes por sí mismos.

Cuando aún encauzaba mi propio pensamiento, oscilante entre tan distintas realidades, me llegaron más videos y más fotos. En un video se recogía la inmensa e interminable pitada al Jefe del Estado que, al contrario de lo que sucedió en Paris y Londres, no estaba acompañado por altos dignatarios extranjeros, pero sí flanqueado por dos pequeñas y guapas señoritas a todas luces mahometanas. En otro video se volvía a ver como flameaban las esteladas mientras que, al fondo de la imagen y punto de encontrarse ambas mareas rojigualdas, ondeaban las banderas españolas. 

No es de recibo que los catalanes tengan el país próspero que tienen porque sean más listos o más trabajadores que, por ejemplo, nosotros los gallegos o que el resto de los españoles; pero algo sí tendrá que ver en ello el espíritu que siempre los ha animado a determinarse del modo en el que vienen haciéndolo, manteniendo una tensión continúa con el resto; una tensión que ha conducido a este, a través de los distintos gobiernos y de los distintos regímenes políticos vigentes en cada momento, a emplear en su territorio lo que en gran medida se les fue negado a los otros. La pregunta es entonces la de si ha de cundir su ejemplo o ha de evitarse; es decir, en el caso nuestro, en el de los gallegos sobre los que incluso han determinado ellos, los catalanes, si debemos disponer del ferrocarril de alta velocidad, o no. ¿Cuál es la lección que hemos de aprender si lo que pretendemos es alcanzar el desarrollo catalán? ¿Hacer como ellos? ¿Hacerlo también las distintas y plurales realidades españolas? 

Confieso que a mí me resulta imposible estar enteramente con unos o enteramente con otros y que, en cambio, me resulta fácil no estar con ninguna de las dos opciones que ejemplifican, en este último video, dos maneras de afrontar la realidad del modo en el que lo hacen. ¿Es posible que, unos y otros, seamos tan tarugos? Goya dibujó a dos paisanos, enterrados hasta las rodillas, armados de sendos garrotes, arreándose con ellos dispuestos a matarse es de suponer que bajo la contemplación y/o la pesadumbre general. No otra imagen es la que recuerda la visión de la riada de banderas esteladas y la correspondiente marea de banderas españolas. Ítem más: ¿Qué responsabilidad cabe adjudicar al actual gobierno en el actual estado de cosas?

Hace muchos años Otero Pedrayo confesó ser o sentirse como un náufrago del siglo XIX. Me pregunto ahora cuántos y quiénes seremos los náufragos del XX entre los que, si no les importa, me incluyo pues así me reconozco y en la condición de náufrago me identifico. ¿Dónde quedó en Barcelona la condena del terrorismo, dónde la recordación de los asesinados y el consuelo a sus familias, o no era de eso de lo que se trataba? ¡Ah, el metaxú, la oscilación perpetua, esa piedra que Sísifo transporta eternamente!

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