Opinión

Tesis doctoral

Una conocida (y respetada) profesora de Literatura -a la que yo tuve en mis brazos en repetidas oportunidades; no se me agite el gremio de la beatería: ella era poco menos que un bebé y servidor ya estaba en edad militar- esa profesora, ejerciente en una no menos respetada y prestigiosa facultad universitaria cercana, me comentó, hace ya años, el caso de una doctoranda que creía haber hallado un ejemplo de lesbianismo en no sé qué personaje femenino de la novela de Clarín. Un personaje que se había estremecido (vaya usted a saber cómo o de qué manera, que a mí no me fue explicado) al paso de la imagen de no sé cuál Virgen venerada en Vetusta; ya saben, en ese Oviedo literario, en ese universo excepcional, creado por Leopoldo Alas.

Torrente Ballester con quien, ahora que me doy cuenta, soñé esta noche en la que incluso pasé un rato charlando con él acerca de los buenos y de los no tan buenos amigos que ambos compartimos mientras él vivió, retrata en su novela "La isla de los jacintos cortados" que yo traduje al gallego para desde entonces profesar un respeto enorme por todos los traductores que en el mundo hayan sido, estén siendo, o puedan ser en el futuro; Torrente Ballester, les decía, retrata magistralmente en ella la propensión, al parecer innata, que tienen los norteamericanos a convertir en tesis doctoral cualquier patochada que descubran en cualquiera de las más peregrinas de sus lecturas. Si sienten curiosidad por este extremo, léanse la obra que acabo de recordar para ustedes y podrán así satisfacer esa curiosidad, tan elogiable a estas alturas.

La Literatura, confesémoslo, está de capa caída. No se me agiten. Entre Cervantes y Pérez Galdós, por dar dos referencias, ya lo estuvo: apenas se escribieron novelas que mereciesen la pena, estoy hablando de la Literatura Española, esa entelequia, en la que tampoco hubo grandes poetas. Si quieren les recuerdo aquellos versos de Espronceda al que tanto le gustaban las queridas tendidas en los lechos, al aire el muslo bello y flojo el cinturón, qué gozo, qué ilusión. Desde el Siglo de Oro hasta la llegada de Galdós, por un lado, y la de Rosalía o Bécquer, por el otro, aquí hubo poco que rascar...y el mundo siguió girando, exactamente lo mismo que hasta entonces, y, desde entonces, hasta hoy. Así que no cunda el pánico y todos al ferrugio.

No creo que se puedan escribir demasiadas tesis doctorales, al estilo narrado en la Isla de los Jacintos Cortados, a cuenta de los versos de este o de aquel cantante, pero en cambio sí creo posible que se puedan llevar a cabo teniendo como referencias las muchas y grandiosas series, también las de las muchísimas y tediosas, con la que la televisión nos despista y entretiene; por ejemplo, quien haya contemplado "Narcos" entenderá que un objeto de tesis pueda ser el número de veces que en ella los personajes exclaman igoueputa; eso por un lado, porque por el otro también se puede calcular, en otra tesis elaborada ad hoc, el número de partos distócicos posibles en la muy hermosa Colombia, llevando relación exacta del número de veces que el término malparido surge en la boca de los protagonistas, sean estos principales o simplemente secundarios, aunque cabría establecer también una segunda tesis partiendo de las malformaciones congénitas habidas según, el así definido, fuese actor de primer o de segundo nivel. Ítem que el personaje fuese abogado narco o prostituta decente, entendiendo por decente la que solo fornicase con los altos cargos del gobierno o del narco tráfico e indecente la que ejerciese el oficio en "La Chachona" o en prostíbulo equivalente con sicarios y otras gentes de vivir acelerado.

Vivimos en el tiempo de las estadísticas y gracias a ellas todo tiene explicación y cualquier misterio puede ser debidamente aclarado. ¿Qué me dicen, entonces, de otra tesis doctoral que estudie la relación existente entre el cáncer de pulmón y el número de bocanadas de humo de tabaco que cada actor introduce en sus pulmones a lo largo de la serie. 

En este último caso, también en los anteriores, habría que tener en cuenta el número de bocanadas inhaladas en las tomas falsas del mismo modo que, el sobado igoeputa, el obstétrico malparido y aun otras peculiaridades significadas propias de tan prolija serie, deberían ser consideradas en las ya citadas tomas falsas, en los descansos entre toma y toma, en resumen, que una vez dedicados al inefable oficio de pensar en este tipo de trapalladas, algo sui generis, sí, pero trapalladas. 

Se dice así y así se especifica porque, dado lo mucho que los narcos y los polis follan a lo largo de la larga serie que nos está sirviendo de base para echar la imaginación a rodar, aunque sea por los suelos, habría que considerar la excepción y no tener en cuenta las tomas falsas por lo que pudieran tener de provocadas no se sabe si por el interés mutuo o si tan solo de una parte. Más aun, teniendo en cuenta los tiempos aviesos que vivimos en este tipo de cuestiones y que, al parecer, solo somos los machos los que tenemos tal tipo de ocurrencias, vaya por Dios, por favor, crucen los dedos antes dehacerlo.

En resumen, procuren queridos lectores disuadir a sus tiernos vástagos de estudiar cualquier tipo de filología, sea latina o española, eslava o escandinava, también cualquiera otra, pues corren muy malos tiempos para la lírica. Se lo digo yo que, como ven, llevo años perdiendo el tiempo en este tipo de ocupaciones.

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