Opinión

José Isidoro Morales, padre de la libertad de prensa

Hace unos días me encontraba en “El Nuevo Portil”, un paraje con más de cuatro kilómetros de playa, entre Cartaya y Punta Umbría. La tranquilidad del mes de mayo y las puestas de sol inmensas convierten a las dunas en las únicas compañeras de aquel remanso de paz. De camino a Sevilla me detuve en Huelva, con la excusa de las tapas del restaurante La Teja que tienen otra dimensión, no por tamaño sino por exquisitez, como las réplicas de las Tres Carabelas a los pies del Monasterio de la Rábida, en el blanquecino Palos de la Frontera. Paseando por las calles de Huelva, se palpaba la emoción de sus gentes con los preparativos del Rocío. En la calle Rico número 14 de Huelva, me llevé una grata sorpresa. Observo una placa en la que leo: “En este lugar, el 4 de abril de 1758, nació José Isidoro Morales, padre de la libertad de prensa”.  La placa fue colocada hace apenas unos meses por el Ayuntamiento de Huelva, en el recuerdo del bicentenario de su muerte -desterrado en Francia-, murió en París el 29 de octubre de 1818. Se formó en la Universidad de Sevilla entre 1770 y 1776, alcanzando el grado de maestro en Artes. Doctor en Teología en 1785, ingresó ese año tanto en la Sociedad Económica como en la Academia de Buenas Letras de dicha ciudad. Director de Matemáticas de los pajes del rey Carlos IV. Pionero en Europa de la matemática electoral y defensor de la educación de las mujeres. Siendo canónigo de la catedral de Sevilla fue el redactor del proyecto de ley en el que se basaron Las Cortes de Cádiz para su decreto de libertad de prensa, de ahí la alusión de la placa conmemorativa. Contó con la amistad de Jovellanos y la admiración de Humboldt. De regreso a nuestra ciudad, en plena vorágine de los resultados electorales, recomiendo desde la más sincera modestia a los que han resultado electos, la lectura del libro de este ilustre y a la vez desconocido personaje, titulado: “Memoria matemática sobre el cálculo de la opinión en las elecciones”. 

Para aquellos que han obtenido representación institucional aunque lamentablemente para algunos, espero que pocos, sea el primer libro que lean y para otros representantes que tengan dificultades de lectura, ya no digo dificultades de expresión, que no se asusten son tan solo 65 páginas. Quizá les ayude a bajar la soberbia en la que se instalan nada más ser elegidos. Pueden llegar a comprender la imperfección de los sistemas electorales. Viene a explicar aunque sea de perogrullo y las reglas de juego estén establecidas así, que en ocasiones se olvidan, nos olvidamos, que el elegido ha sido considerado el ínfimo de los candidatos por la mayoría de electores. Si votan diez personas a tres candidatos y uno de ellos obtiene 4 votos, otro 3 y el tercero otros 3 votos, gana el que tiene 4, pero 6  le han considerado el peor. Si los dos candidatos que han obtenido 3 votos cada uno alcanzan un acuerdo y llegan a pactar, serán mayoría, que no siempre será comprendida ni respetada por los que se consideran demócratas. 

Los pactos y coaliciones cada día son más denostados, cuando deberían ser el reflejo más fiel del deseo de los votantes. Cuando se alcanza el poder se debe gobernar para todos los ciudadanos, no solo para los intereses ocultos de unos pocos. Para que nadie se dé por aludido, el ejemplo de Trump es evidente, incluso con menos votos que su rival ganó la presidencia de una gran potencia. Por cierto, José Isidoro Morales formó parte de una comisión de Cortes que bajo la dirección de Jovellanos preparaba la reforma de la enseñanza propugnando su gratuidad y fue vocal de la Junta de Instrucción Pública, donde defendió la libertad política de imprenta. Doscientos años después algunos pretenden lo contrario.

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