Opinión

O souto das candeas

Por motivos profesionales hace unos días tuve que desplazarme a Verín. Sorprende la diferencia térmica entre Xinzo y la localidad del Támega, que por cierto, pertenece a la cuenca del Duero. Quizá los casi doscientos cincuenta metros de diferencia en altitud tengan la culpa. Me llevé una grata sorpresa al degustar un sabroso café con leche en la cafetería con un nombre tan sugerente como Souto das Candeas, que además incorpora un coqueto restaurante en la planta superior. La edificación blasonada en la que está ubicada, conocida como la Casa de los Acevedo, tiene tres grandes arcos de medio punto, abiertos hacia la plaza García Barbón, presidida por la efigie de este mecenas verinense. Fijándose atentamente se puede apreciar un miliario romano en los pilares. En la primera planta hay dos balcones volados sobre ménsulas y elegante cornisa que recorre sus fachadas, haciendo esquina con la Rúa da Cruz. En su imponente escudo adornado con dos rosas, se aprecia un lobo, un acebo y una espada. Ante mí asombro, descubro que cuenta con más de cinco siglos de existencia.

Al parecer, la casa tuvo “privilegio de cadenas”, su notoriedad e importancia debió de ser grande, ya que ese privilegio de colgar cadenas en las puertas de entrada de una casa solamente se concedía por la realeza en casos excepcionales y como reconocimiento a la hospitalidad de la persona o familia propietarias del inmueble, e implicaba el derecho de asilo dentro de ella y la inmunidad, incluso a cualquier criminal o fugitivo de la justicia que en ella penetrase, mientras allí permaneciese. Al picarme la curiosidad indagué que Pedro González de Ulloa menciona la entrevista que tuvo lugar en dicha casa en el año 1.506, entre el Rey Felipe El Hermoso y el Cardenal Cisneros, de ahí la explicación a la concesión del privilegio, tal como indica una placa exterior. Sus ventanas miran hacia la Rúa Mayor, donde nacieron los hermanos Domínguez Hervella, de reconocido prestigio en el mundo de la ciencia. Justo en frente hay un bonito edificio modernista, a tiro de piedra de la Iglesia Santa María la Mayor, con su anexo benedictino, única en España con el techo abovedado del altar en forma de concha compostelana, que acoge al Cristo de las Batallas. La tranquilidad de la mañana soleada invitaba al sosiego. Leyendo a reconocidos articulistas, entre sorbo y sorbo de café, casi todos hacían mención a la castaña que se había pegado Artur Mas en las elecciones del 27-S y la luz que debería guiar a los dirigentes políticos para poner punto final al desafío secesionista, al que apenas habían dado batalla.

Y, vaya por donde, souto es un terreno de castañas y candeas son objetos cilíndricos alargados de cera para alumbrar y guiar. Propongo que se celebren encuentros en la cafetería Souto das Candeas para llegar a consensos, como el que tuvo lugar hace ya más de cinco siglos, que se restablezca el derecho de cadenas, no vaya ser que intervenga la justicia, como lo va hacer el TSJ de Cataluña con el presidente de la Generalitat, precisamente el día que fusilaron a Lluis Companys en el castillo de Motjuic, y si ese marco tan emblemático no es suficiente, podrían reunirse en el convento de los padres mercedarios, en la Plaza de la Merced, construido en parte con piedras traídas de Monterrei, otra soberbia fortaleza. Un amigo que estudió ahí, me cuenta que en su día había más de cien alumnos internos. Adosada está la Iglesia de la Merced. Y aunque solo por ser la patrona de Barcelona, que según cuenta la leyenda la noche del 24 de septiembre de 1218, la Virgen se apareció simultáneamente al rey Jaime I, a San Pedro Nolasco y a San Ramón de Penyafort. A los tres les pidió que creasen una orden de monjes dedicados a salvar cristianos encarcelados por los sarracenos. Eran tiempos de guerra religiosa. Solo por eso como digo, el entendimiento sería obligado. Amén.

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