Opinión

Amores perros

El profesor se enamora de su alumna. Él, rondando los cuarenta y cinco años; ella apenas veinte. El torero de una joven, rubia y esbelta, su admiradora. La diferencia de edad algo más pronunciada. Las campanadas de la mass-media ha revuelo. Campanean llamativas las revistas del corazón. El torero, como el profesor, también casado y ambos con hijos. Hija e hijo, el primero. Dos hijas, el segundo, ya mayorcitas. El egregio monarca se enamora de una joven princesa, y la busca noche y día: horas en duermevela y penosas vigilias. ¡Oh!, “La princesa está triste . . . ¿qué tendrá la princesa?”, Y de golpe, la famosa sonatina del gran Rubén Darío, consagrando la melancólica evocación, un idílico sueño oriental: “¡Pobrecita princesa de los ojos azules!/ Está presa en sus ojos, está presa en sus tules,/ en la jaula de mármol del palacio real”. 

Hay amores fáciles y amores difíciles, pasionales y trágicos, dulces como las brisas de la aurora y turbulentos y airados como una gran tormenta estival. Las tablas de los teatros los han aireado ya desde el primer soplo del hombre civilizado.Y trataron de definirlos dos grandes sistemas filosóficos: Platón y Aristóteles. La amada ideal, casi inaccesible, platónica, copia de la belleza a lo divino. Y la humana y corporea, mixtura de forma y materia. Y hay amores perros, a los que alude el film del mejicano González Iñarritu. Urde con “deslumbrante maestría y ritmo”, tres historias que se entrecruzan en un ágil delirio de pasión y rupturas. Entremezcla tiempos y lugares (en la sombra Tarantino), y una acerba denuncia social. “No es solo una ópera prima contundente”, opina Pablo Kurt (Film Affinity), “es una obra compleja, formidable, magistral”.

El primer caso -profesor se enamora de alumna-, bordeó una contenida furia de “amor loco” durante una larga década. Y dio voz a uno de los libros más emblemáticos de la poesía española del siglo XX: La voz a ti debida de Pedro Salinas. La sostienen un gran reguero de cartas escritas entre 1932 y 1947. La primera desde Madrid; la última desde Baltimore donde Salinas ejerce como catedrático en la Universidad de Johns Hopkins. Así describe Salinas la primera noche del encuentro: “¿Verdad que anoche tú no te has separado de mí, ni yo de ti? Más bien yo me he separado de mí mismo, eso siento, y tú de ti mismo”. Y casi, al borde del dolor y de una continua ausencia, le escribe la última carta, a cinco años de su muerte: “Ya me has visto en el habla, en la cara, en todo lo que hay en mí. Yo he visto también, Katherine, en ti todo, todo lo que siempre vi, y sobre ello, unos sufrimientos, unos dolores, en los que he tenido parte sin querer”. 

A La voz a ti debida le preceden las famosas “golondrinas” de las Rimas de Bécquer: “Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón los nidos a colgar/ ...)”. Y en la misma onda, una década antes que Salinas, el chileno Neruda dio voz a unos memorables amores que hicieron historia (petite histoire) entre los adolescentes del pasado siglo en Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El primer verso del poema veinte es punzante: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”. Y rotundo, al borde del olvido, un pareado en versos alejandrinos: “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero./ Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”. Dolores del Rio, en la sombra del desencanto de este amor juvenil.

El amor de Salinas trastornó sus sentimientos en plena madurez, ya figura reconocida y admirada como hombre de letras y como gestor. Fundó la Universidad Internacional de Verano en Santander. Una esquiva Katherine (Kate de sobrenombre) , con apenas veinte años, rubia, sumamente atractiva, la identifica fácilmente el profesor el primer día de clase. Y su ausencia en la siguiente: “Tu ausencia era la mayor presencia de la clase ayer. No estando la llenabas toda”. Amor clandestino que documentan un reguero de 354 cartas, escritas en un periodo de quince años. La última, a los pocos de la muerte del profesor. Kate fue para Salinas durante aquel curso de español para extranjeros una arrebatada obsesión. La busca, la escribe, la inventa, la sueña. Y teme que se olvide de él cuando regrese a EE.UU. ¡Vértigo emocional, pasión, fuerza arrebatadora, al vuelo libre de la voluntad!

Kate, al enterarse de que la mujer de Salinas intentó suicidarse al conocer el affair de su marido, decide dar fin a la relación con su Pedro (She was a Lady). Años de la Guerra Civil y Salinas exiliado con su familia en Baltimore; Katherine, ya catedrática de hispánicas en el prestigioso Smith College, se casa con un profesor de su universidad que muere años después en un accidente de automóvil. Se ve con Salinas en varias ocasiones. La última, tres meses antes de su muerte. Antonio Muñoz Molina dio voz a estos amores en La noche de los tiempos. Pero nadie mejor que el mismo Salinas en La voz a ti debida: “Por encontrarte, dejar/ de vivir en ti, y en mi,/ y en los otros. Vivir ya detrás de todo,/ al otro lado de todo -por encontrarte-(...)”. 

Antes de entregar las cartas a la biblioteca de Harvard, Katherine las leyó por última vez y escribe: “Volví a leer una gran porción de las cartas con una emoción muy honda. Un sentido de culpabilidad por haber herido al que me quería de modo tan hermoso estaba siempre en conflicto (...)”. Así son también, usando el coloquialismo mexicano, los “amores perros”. 

(Parada de Sil) 

Te puede interesar