Opinión

Benposta colombiana: sociología del delito infantil

En abril de 2014, en la sede educativa de “Benposta, Nación de Muchachos”, se celebraron los cuarenta años de su presencia en Bogotá, Columbia. El detallado programa anunciaba como lema ir “construyendo vida y esperanza” y como “homenaje a la historia y a la vida”. El domingo fue el día más activo: celebración de la eucaristía seguida del acto inaugural de la jornada. Fue un reconocimiento a los fundadores: del Benposta. Ciudad de Muchachos de Ourense al de Colombia (1974-2014). Y finalmente un plato muy colombiano: “carne a la llanera” que tan solo se podría adquirir con la moneda interna (coronas) disponibles en las oficinas de administración del Banco Benposta.

Pertenece éste a la “Nación de Muchachos”. Varios puntos a destacar de esta organización sin ánimo de lucro: la defensa y protección social de los que nada tienen; el desarraigo del conflicto armado que ha sumido a una gran población infantil de Colombia en la violencia; el aleccionar contra el uso de drogas y contra el narcotráfico y el remediar la delincuencia juvenil y la protección de menores.

El armazón pedagógico de la Nación de Muchachos colombiana tuvo sus raíces y desarrollo en los años de la posguerra en España. El salto a Colombia a través de su famoso “Circo” le concedió carácter internacional, hispanoamericano sobre todo, con un arraigo en Los Llanos colombianos. Benposta vino a ser una de las respuestas al gran desarraigo infantil que causó la violencia social y económica en ese país. Y su objetivo eran y son los muchachos excluidos, marginados, sin techo ni familia, y sin protección como sujetos sociales.

La propuesta es clara: crear espacios de vida y de esperanza; no a la exclusión infantil y si a la inclusión. Uno de sus enunciados es significativo: “Somos los muchachos y muchachas de la tierra que vamos por el mundo con las manos unidas, porque no queremos que otra guerra envenene las noches ni oscurezca los días”. Aún se mantiene el modelo del fundador, el Padre Isla. Su programa era claro y hasta necesario: en contra de la violencia doméstica, del desarraigo infantil, de la cultura machista, de la exclusión social. Benposta se impuso como un recinto educativo, una nación de sujetos sociales que, de acuerdo con José Luis Campo Rodicio, presidente y coordinador general de Benposta en Colombia, objeto de homenaje en el Concello que lo vio nacer (Parada de Sil), se basa en cuatro prioridades: en la convivencia armónica del ciudadano, en la educación, en el trabajo manual (“aprende a pensar con las manos”) y en la formación artística. Tiene como medio el circo y las representaciones teatrales, la elaboración de murales, la danza, etc. Benposta no solo se ha arraigado en Colombia (Bogotá, Villavicencio, Montería), también en Venezuela (La Guairia, Caracas), con representaciones en otros países.

Hace poco más de un año, el 27 de mayo de 2014, el periódico La Región presentó con grandes titulares la siguiente entrada: “La Benposta colombiana: 40 años luchando por la infancia”. El titular era llamativo. En el centro la foto del homenajeado, cara redonda, bien peinado, gesticulando con la mano derecha, polo cerrado, y una gruesa cadena sobre el pecho. Debajo el nombre: “José Luis Campo, ‘Pequeno’, director de Benposta en Colombia”. Ciertamente, una imagen vale más que mil palabras, en acertada frase de Marshall McLuhan.

La imagen, también presente en YouTube, era más grande que el texto que la enmarcaba. Nuestro homenajeado era uno de los cien españoles que, patrocinados por la Marca España, distinguía a aquellas personas que habían sobresalido en el exterior. Se ponía en valor el importante capital humano de la España en el exterior. Las fotografías y perfiles de estos “Cien españoles” formarían parte de una exposición que se mostrará, seguía el texto del periódico, en una estación del Metro de Madrid, en el Aeropuerto de Barajas y en las embajadas y consulados de España. Entre ellos, Miriam González, esposa del que fue viceprimer ministro británico Nick Clegg, Juan Ignacio Cirac, que ejerce como físico en Alemania, premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, y no menos el incansable José Luis Campo Rodicio.

Gran promotor José Luis de una “alternativa de vida”, figura del Buen Pastor cuidadoso de su rebaño y en busca de la oveja perdida, se ha convertido en el Mesías de los niños colombianos marginados; imagen del buen Sancho quijotesco siempre con la mano tendida hacia el que menos tiene. O como el faro que en el alto de una colina marca una ruta hacia la concordia y hacia la justicia social de los niños sin hogar.

(Parada de Sil)

Te puede interesar