Opinión

Por caminos sin camino: de Santa Fe a Albuquerque

Ciertamente quería ir a Albuquerque pero me quedé atrapado en Santa Fe. Habría sido un viaje rotundo, completo. Volamos desde Chicago a El Paso (Texas), con un sol ardiente, cielo azul despejado, tierra seca, arenosa y un ameno bullicio de pasajeros que llegaban sin prisas o buscaban nerviosos la puerta de embarque. Un congreso más. En esta ocasión, lo convocaba la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano (AITENSO), con sede en la Universidad de Texas, en El Paso, y en coordinación con la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, al otro lado del Río Bravo. El tema: “Estructuras teatrales de la comedia”. Entre ellas, Fuenteovejuna, El caballero de Olmedo y El castigo sin venganza, de Lope de Vega. 

Tres días de labor académica con saltos de una ciudad a otra. A la vista la gran diferencia entre una orilla y la otra. Planeamos el último día, ya clausurado el congreso, dar un salto al estado vecino (Nuevo México) y de paso visitar Santa Fe y, sobre todo, Albuquerque. Ya en ruta, nos movió la curiosidad de echar un vistazo al gran desierto de las Arenas Blancas (White Sands). Impresionante aquella gran llanura, blanquecina, como un gran lienzo blanco, perdido en el horizonte, sin sombra, agua ni árboles. Era pleno día. Todo silencio. A los lejos unas altas montañas y más allá un territorio prohibido: Los Álamos y los laboratorios donde se fraguó la primera bomba atómica. 

 En la lejanía Santa Fe, una ciudad muy presente en el imaginario de la cultura indígena, del Western americano y del Southwest anglo. Y un impresionante legado arquitectónico conocido como Neo-pueblo. Casas construidas con adobes: mezcla de arcilla, arena y paja, formando un barro moldeable. En un molde de madera, rectangular, de variadas dimensiones, se coloca la mezcla y se deja secar en forma de ladrillos hasta obtener una dureza sólida. A Santa Fe llegaríamos para patear sus calles, su arquitectura tradicional (estilo neo-pueblo), sus variados tonos de tierra, y el lejano sentir de su historia: indígena, mejicana, española y anglo-americana. 

Santa Fe fue parte del Virreinato de la Nueva España y de México a partir de su Independencia, pasando a Estados Unidos por del Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de enero de 1848. México perdió aproximadamente el 55% del territorio que poseía antes de este Tratado. Tierras que habían sido parte de la colonia española de Nueva España durante unos tres siglos. Descendientes de españoles, procedentes de México, llegaron en los siglos XVI y XVII. Santa Fe se convirtió en un importante centro comercial que, a través del Camino de Santa Fe, se estableció en un activo intercambio comercial con la ciudad de México. Últimamente ha sido lugar de acogida para un gran número de artistas y escritores. Entre ellos Aldous Huxley, Carl Jung y D. H. Lawrence.

New México es el quinto estado más extenso de Estados Unidos. Más de media España, pero tan sólo poblado por dos millones y medio de habitantes. Es el único de Estados Unidos que tiene el español como idioma oficial junto con el inglés. Una tierra cuya orografía nos recordaba a la España seca y árida. Su llanura entre lejanas montañas; su aire seco, lleno de luz. Y no menos las casas de adobes, las calles desnudas de gentes, el opaco silencio del mediodía bajo un sol plomizo, sin aliento. La población indígena, navajos, apaches, indios pueblo, vive en su mayoría en reservas diseminadas por todo el estado. El pueblo navajo goza de una absoluta autonomía; elige a sus representantes y a su policía. Asumen el estado de nación. Los indios pueblo son los que más se hispanizaron y se mestizaron con los descendientes de los españoles. El resto, los anglo-estadounidenses, llegados a partir de 1848, año en que Nuevo México pasó a ser territorio de Estados Unidos.

Las distancias entre el lugar de nuestra partida (El Paso) y las ciudades de Santa Fe y Albuquerque no eran las imaginadas. Caía la tarde; llegaría la noche y la vuelta, dadas las distancias, era obligada. De paso, una parada en la ciudad de Taos, cercana a El Paso. Leyendas urbanas sitúan en esta ciudad al gran badolero Billy the Kid (Billy el Niño), pseudónimo de William H. Branney, afamado bandolero que muere a los 21 años dejando detrás un reguero de robos y de asesinatos; protagonista y personaje en unas cincuenta peliculas y varias series televisivas. En uno de los films, The Left Handed Gun (La pistola en la mano zurda), presenta a Paul Newman como protagonista. 

Atrás quedaba Albuquerque, ciudad fundada en 1706 con el nombre de La Villa Real de San Francisco de Alburquerque. Fue nombrada en honor a Francisco Fernández de la Cueva Enríquez, Duque de Alburquerque y Virrey de Nueva España. Refundó y repobló otros pueblos a orillas del Río Grande. Quedamos en vernos con el gran poeta asturiano, Ángel González, profesor de la Universidad de Albuquerque cuyos versos repetía para mí mismo: “Para que yo me llame Ángel González,/ para que mi ser pese sobre el suelo,/ fue necesario un ancho espacio/ y un largo tiempo:/ hombres de todo mar y toda tierra,/ fértiles vientres de mujer, y cuerpos/ y más cuerpos, fundiéndose incesantes/ en otro cuerpo nuevo”. En la misma universidad también se asentó el republicano Ramón J. Sender huyendo de las fauces nacionalaistas. Dejó atrás el cadáver de su mujer y de su hermano, asesinados en 1936. Y un libro memorable: Requiem por un campesino español. 

(Parada de Sil)

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