Opinión

Celebrando un centenario: Don Quijote camina a Barcelona

Cunden las celebraciones: el quinto centenario de la publicación de la Segunda parte de Don Quijote (1615). De señalar, la llegada del “Caballero de la Triste Figura” a Barcelona y su visita a la casa de don Antonio Moreno. Es cierto. La topografía de la casa se amolda al hombre que la habita. Son señalados los múltiples referentes espaciales en Don Quijote: cueva (de Montesinos,) ventas, plaza, palacio, calles (Barcelona), posadas y hasta una playa en donde don Quijote fue derrotado por el Caballero de los Espejos. Sin descontar la Ínsula Barataria que gobierna Sancho y la sima de una cueva en la que se precipita al abandonar su fracasado gobierno. Del espacio imaginario y mítico (la cueva), pasamos a la ciudad letrada donde se muestra la difusión del libro (la imprenta). Don Quijote y Sancho son a modo de dos payasos carnavalescos. Otro espacio es la casa de Basilio (II, 20-21) donde se celebra un doble epitalamio, si bien el primero es anulado. En esta casa, situada en pleno campo, se aboga por la libertad en la elección del matrimonio; por el amor y no por la riqueza. La estancia al aire libre establece nuevos valores: el afecto se impone sobre su coacción por la riqueza.

Distinta es la casa de don Antonio Moreno (II, 62) : “Don Antonio Moreno se llamaba el huésped de don Quijote, caballero rico y discreto y amigo de holgarse a lo honesto y afable . . .”. 

Tenía un balcón que daba a una de las calles principales de la ciudad. A él se asoma don Quijote y las gentes y los muchachos “como a mona le miraban”. Posee una sala, un aposento, un lecho, dos pisos y una fabulosa maquinaria (una cabeza hueca) que, situada en el aposento de arriba, podía contestar a las preguntas que se le hacían desde otro lugar. Se cenó en su casa espléndidamente, observa el narrador. De ahí que Sancho asocie esta casa con otros lugares previos: “y Sancho estaba contentísimo, por parecerle que se había hallado, sin saber cómo ni cómo no, otras bodas de Camacho, otra casa como la de don Diego de Miranda y otro castillo como el del duque”. La casa como espacio rural o urbano es en Don Quijote a modo de rosa de los vientos: lineal (camino) y circular (casa, castillo, palacio), horizontal (venta) y vertical (cueva de Montesinos), centro (La Mancha) y periferia (Barcelona). 

Más aún. Los espacios documentan la vida cotidiana de la España del siglo XVII. El palacio de los duques, que ocupa unos veintiocho capítulos de la Segunda Parte, es una emblemática presentación de la encopetada aristocracia. Y es a la vez el espacio donde se escenifica, a modo de cruel parodia, la traumática locura de don Quijote y la bufonesca de Sancho. Porque la locura de don Quijote atañe a los muchos personajes que lo rodean. Destacan, entre todos, los duques. La calle también se llena de historia. Establece una interacción de espacios entre sus fachada y sus enigmáticos interiores. Todo espacio urbano es, sobre todo, cultural: un complejo social, polivalente. Lo son los cementerios, las iglesias, los burdeles, los centro psiquiátricos, las prisiones, los manicomios. De hecho, en el palacio de los duques se concentra el espacio del teatro, el del carnaval, el de las novelas de caballerías, el burdel, la mitología, la nobleza y hasta la religión. Un lugar intermedio entre dos realidades: el palacio y el lugar de la ficción quijotesca, el viaje mágico (el caballo Clavileño) y el espacio caballeresco. En ellos se entrecruza un sistema de signos sociales y simbólicos. Y se organiza, por un lado, la ceremonia de recibimiento de don Quijote; por otro, el grácil diálogo entre Sancho y la duquesa, y ambos en contraste con la historia de la dueña Dolorida, representada en el jardín del palacio. 

El palacio como la casa construye, evoca, asocia otros espacios más complejos a la hora de leer los signos que lo componen: unas vasijas de aceitunas en la casa de don Diego de Miranda, una cabeza mágica en la de don Antonio Moreno de Barcelona, un gran banquete nupcial en la fiesta campestre que ofrece Basilio y un gigantesco aparato escénico que converge en el palacio de los duques; un fabuloso espacio de signos, fusión de otros múltiples: el caballeresco y el mítico, el carnavalesco y el platónico, el erótico y el familiar. La “casa de placer”, el palacio de los Duques, se extiende metonímicamente a su servidumbre. Detrás, la alusión a los duques de Villahermosa, don Carlos de Borja y doña Luisa de Aragón, cuyo palacio de Vuenavía se situaba en las inmediaciones de Pedrola (Zaragoza), de camino don Quijote hacia Barcelona. 

(Parada de Sil)

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